A las duras (muy duras, durísimas) y a las maduras (que lo serán un poco si ganamos el derby de Ezkerraldea)

derby

A las duras y a las maduras. Tiene que ser así pero he de admitir que no he vuelto a escribir sobre mi Barakaldo CF desde que reseñé que Zidane visitaba Lasesarre. Y, desde entonces, duras. Muy duras. Durísimas. En liga, 2 puntos de 18. Derrota contra el filial del Real Madrid absolutamente condicionada por un arbitraje kafkiano. La semana siguiente caímos frente al Rayito, un encuentro en el que, según las crónicas, se realizó una primera parte muy mala y una segunda mitad en la que hicimos internacional al portero vallecano. En medio, la Copa. Una Copa del Rey en la que se habían puesto muchas ilusiones, anhelos que nos duraron hasta el minuto 86, momento en el que nos empató el Huesca y que se hicieron añicos en el minuto 117. Todo muy Baraka, sí. Volvemos a la liga. Empate en casa frente al filial de Las Palmas. Bueno, se podía dar por bueno el punto habida cuenta del esfuerzo copero. Pero, siete días después, en Cuenca, la debacle. Una mancha, una humillación histórica de la que ya nunca nos podremos olvidar. El histórico Barakaldo CF cayó derrotado por 8 goles a 1. Sí, 8 a 1. Repito: 8 a 1. Ese lunes estuve a punto de volcar una buena vomitona en forma de post pero me contuve. Tremendo. En fin, vuelta a Lasesarre y empate a cero contra el Tudelano y, finalmente, el pasado domingo, en Irún, derrota por la mínima, 1 a 0, contra el también histórico Real Unión.

Arf, arf, arf. Tomen aire.

Duras, muy duras. Durísimas. Y llegamos a la jornada 13, llegamos a la fecha en la que el calendario nos trae el derby de Ezkerraldea, el choque entre los dos conjuntos más representativos del fútbol vizcaíno – Athletic aparte -, un encuentro marcado en rojo por todos los amantes al balompié de barro. Barakaldo CF – Sestao. Peñarol – River. Un clásico. Nuestro clásico. Bajo mi punto de vista, el partido ideal para que pasemos al estado menos duras. Quizá no maduras pero, si ganamos el derby, quiero pensar que habremos puesto ya una mano sobre la lona en la que, en estos momentos, yacemos KO.

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