Desparrame desde el Getxo mágico y real.

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Es un desparrame literario, sociológico, antropológico, cultural, metafórico, onírico y filosófico.

A veces Getxo parece Macondo. O viceversa. El realismo mágico y real de Getxo. Los Buendía allá. Los Altube y los Oiaindia y los Baskardo y los Bascardo acá. Y Oiarzena. Y Basaon. Y el Galeón. Leídos los dos primeros volúmenes de los Verdes Valles y de las Colinas Rojas, Pinilla le da sopas con onda a Gabo. He dicho.

Es un desparrame literario, sociológico, antropológico, cultural, metafórico, onírico y filosófico y es el concepto de libertad todo el rato. Un desparrame libertario. Constantemente. Libertad frente a las normas impuestas, frente a la tierra, frente a la familia, frente a la nación. Libertad personal, colectiva. No sé. Libertad.

Es un desparrame literario, sociológico, antropológico, cultural, metafórico, onírico y filosófico y es una locura, por momentos muy loca. Un desparrame, etcétera que me vuelve a enfebrecer y que, como buen producto elevador de la temperatura, deriva en otras fiebres. El último capítulo. Ese último capítulo. Roque Altube, 1937. Uno de los relatos bélicos más estremecedores que he leído nunca. Y quiero más sobre la guerra civil española.

Enfebrecido, pues. No sé cómo se designan a las grandes obras universales o qué criterios se siguen para catalogarlas como tal. Esta, lo tiene que ser. Tras «Los Cuerpos Desnudos», descanso. Descanso de ese Getxo mágico y real que a veces recuerda a Macondo, un lugar mítico y protagonista que elevó los «Cien años de soledad» a título fundamental. Pues eso. Pinilla le da sopas con onda a Gabo. He dicho.

Y ya.

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«Todo será cierto mientras creamos en ello. Así de complicada es la historia de los pueblos, Asier»

Don Manuel ha vuelto. Aunque he de reconocer que en esta segunda parte de «Verdes Valles, colinas rojas», en este «Los cuerpos desnudos», estoy observando al maestro de Algorta excesivamente conservador. Demasiado atávico. Demasiado atado a las tradiciones. A lo mejor siempre ha sido así. No lo sé. El gran descubrimiento de este desenfreno, de este despiporre, de este desparrame literario que es la trilogía de Ramiro Pinilla es Fabi, la hija de Cristina Oiaindia. Igual peco de evidente sintiendo atracción por ella. No lo sé. Quizá, a lo mejor, el personaje a seguir, en realidad, es Roque y lo es del primero de los tomos y del segundo y del tercero. No lo sé. En realidad, el personaje constante es Getxo. Sí, Getxo. Como lo es Baltimore en The Wire. Como lo es Macondo en «Cien años de soledad». Sí, Getxo.

Don Manuel ha vuelto.

PD: la imagen es el cuadro «La aldeanita del clavel rojo» de Adolfo Guiard, obra que se expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbao y sirve como imagen de portada de «Los cuerpos desnudos».

Cosecha 2014. Los libros.

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Pues va a ser que, como cada año, no puedo realizar una lista al uso de los mejores (o los peores) libros de 2014. Básicamente porque, en este caso, no suelo tirar de novedades editoriales. Y conste que esto no lo hago como algo actitudinal o premeditado o algo por el estilo. No. Supongo que es porque tengo demasiadas obras a la cola, en la lista de espera. Libros de años, de décadas anteriores. Es lo bueno que tiene la literatura, que no caduca. Y, aún así, aunque no he leído – creo – ningún ejemplar de 2014, comprar sí que he comprado alguno que otro. Pero claro, con lo que me gusta a mí eso de hacer listas y compartirlas, el insignificante detalle de no haber consumido ningún libro publicado este año que va llegando a su fin no me ve a impedir que lo haga. Mi cosecha de libros de 2014 es la siguiente:

‘Pyongyang’. Guy Deslile. Un cómic más del autor francés. Leído con cierta reticencia tras la pequeña decepción que me supusieron sus ‘Crónicas Birmanas’. Y, aunque siga sin entusiasmarme, admito que esta obra inspirada en las vicisitudes del autor en la capital de Corea del Norte me gustó más. ***

‘Laika’. Nick Abadzis. Muy bonito. Sencillo y bonito. Precioso homenaje a la perrita que subió al espacio. Preciosa historia de una época en la que la guerra fría y la carrera espacial generó daños colaterales caninos. ****

‘Nada’. Janne Teller. Una novelita prestada por una compañera de trabajo que la lees, precisamente, como deferencia al mencionado préstamo y que, finalmente, se ha acabado convirtiendo en uno de los libros que más me han gustado de los que he leído este año. Cuenta la historia de un joven de 14 años que comienza a lanzar proclamas nihilistas, escépticas y oscuras que hacen mella en sus compañeros de clase, tanto efecto que éstos deciden contrarrestar las peroratas que lanza desde un ciruelo buscando la forma de demostrarle que la vida sí tiene un sentido, un SIGNIFICADO. Una búsqueda que se retuerce de tal manera que afectará (por decirlo suavemente) al grupo y pondrá en cuestión el valor de lo importante, de los significados y significantes, el precio de éstos, etc. Fantástico. *****

‘Encuentro con el Otro’. Ryszard Kapuscinski. Prefiero al Kapuscinski reportero de ‘Ébano’ que al Kapuscinski antropólogo de esta obra. Alguna reflexión y aprendizaje se extrae, sí, pero, por momentos, me resultó un tanto plomizo. ***

‘Memorias de un amante sarnoso’. Groucho Marx. Uf, muy flojo. Prefiero al Groucho de la gran pantalla. Alguna leve sonrisa pero a punto estuve, varias veces, de abandonarlo antes de acabarlo. **

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«No le tengo ningún miedo [a la muerte], pero me marcharé muy apenado. He tenido mis grandes tragedias, pero la vida me ha gustado«.

Esto le respondía Ramiro Pinilla a César Coca a una pregunta en la que el periodista le cuestionaba si temía la llegada de la hora final. Una hora que hoy, 23 de octubre de 2014, ha llegado cuando el autor de ‘Verdes Valles, Colinas Rojas‘ contaba con 91 años.

Se va un escritor al que, personalmente, conozco desde hace años gracias a la pasión o devoción que siempre le ha profesado uno de mis mejores amigos, Javier, quien llegó a tener el privilegio (aunque, según todos los que le conocían, acercarse a Ramiro Pinilla no era excesivamente difícil) de pasar una tarde entera con él en Walden, su casa. Una admiración la de mi amigo que acabó por contagiarme y que me apropié después de leer retazos biográficos del getxotarra de adopción, tras conocer episodios como los de la creación de esa editorial llamada Libropueblo y, sobre todo, después de leer ‘La Tierra Convulsa’, primer tomo de la trilogía ‘Verdes Valles, Colinas Rojas’ a la que ya dediqué unas breves pinceladas en este mismo espacio.

Hoy, por tanto, es día para recordarle y así se está haciendo desde muchos mentideros mediáticos, esos medios en los que no era tan habitual encontrarnos a Pinilla.

Por mi parte, con este pequeño escrito, quiero dejar constancia de lo señalada que es esta fecha para los que le admirábamos y quiero confesar mi envidia hacia una figura que, como se destaca en la entrevista mencionada al principio, ha sido feliz con una vida sencilla, un objetivo que me empeño en conseguir y, aunque tampoco me puedo quejar, cuesta alcanzar. Y, por supuesto, no creo que exista una mejor manera de recordar al maestro que comenzar desde esta misma noche con ‘Los Cuerpos Desnudos’ (el segundo de Verdes Valles) y más adelante las novelitas de Samuel Esparta así como el resto de su bibliografía. Y también, por qué no, irme con Javi a La Venta de Getxo a brindar con unos txakolís a la salud de Ramiro Pinilla.

* La foto que ilustra esta entrada es obra de Humberto Bilbao, fotógrafo que retrató a Ramiro Pinilla en la entrevista que el periodista Enric González le realizó para JotDown.

Fiebre Literaria: ‘Verdes Valles, Colinas Rojas’ de Ramiro Pinilla

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«En la meta última de la humanidad, a los hombres, posiblemente nos llamen por números».

«El pueblo se esponjó de orgullo, como si la antigüedad muerta fuese un mérito personal de los vivos».

«Nos enorgullecemos de nuestros defectos tanto como de nuestras virtudes, y esto es lo peor que le puede ocurrir a un pueblo».

«Los curas creen que por ser curas no tienen que sudar».

«Lo mejor de la libertad es que también nos permite ser libres sólo sintiéndonos libres».

«Es un proceso similar al de la invención de Dios – dije -. Necesitamos ver en las alturas señales de nuestros miedos».

Don Manuel y Roque Altube. Pero, sobre todo, don Manuel. Dos de los personajes que pueblan ‘La Tierra Convulsa‘, el primer tomo de la trilogía ‘Verdes Valles, Colinas Rojas‘ de Ramiro Pinilla.

Dos autores de éxito, Javier Ikaz (co-creador junto a Jorge Díaz de ese bombazo editorial que es ‘Yo fui a EGB‘) y el periodista Enric González coinciden conmigo en que la novela mencionada, ‘Verdes valles, colinas rojas’ es una obra asombrosa y fascinante.

Una retahíla de calificativos, de mi parte, para ‘La Tierra Convulsa’: pletórica, apabullante, una fotografía mítica, mitológica, mística, histórica, épica, social, política, emocional, folklórica, personal de Getxo, Euskadi, los vascos y el ser humano en general.

En ella habitan luchas intra e interpersonales y evolutivas, luchas de poder, luchas de clase, lucha obrera, nacionalismo exacerbado, socialismo… Y todo escrito de una forma desbordante. Un libro de esos de ALTA LITERATURA. Un referente muy evidente es ‘Cien años de soledad‘. Otro, por ejemplo, ‘La Montaña Mágica‘.

Los Baskardo, los Baskardo de Sugarkea y los Bascardo. Cristina Oiaindia, sabinoaranista. Ella, Magda o Madia, Efrén y Cándido. Santiago, Saturnino, Roque y Asier Altube. Y Don Manuel, sobre todo, don Manuel. Un auténtico faro de sabiduría. Y las llamas. Y la Venta. Y Getxo. El Getxo de Ramiro Pinilla escrito de forma exultante.

La exuberancia del primer tomo de ‘Verdes Valles, Colinas Rojas’ es tal que, ahora, requiero de un descanso antes de continuar con el segundo, que lleva por título ‘Los Cuerpos Desnudos‘.