Un Seat Ibiza blanco engalanado con unas cuidadas fotos de la candidata a alcaldesa del pueblo en las puertas laterales y coronado por unos altavoces que emiten una música patética pero pegadiza y unos mensajes insultantemente manidos que pretenden conectar con el potencial votante. ¿De verdad la estrategia del coche electoral circulando a todas horas por las calles del municipio puede convencer a alguien de votar a ese partido?
Un candidato arremangado, sin corbata, con la camisa un poco salida. Participando en un acto con jóvenes, poniéndose unos auriculares, fingiendo que escucha la música de un chico que acude a su acto. Globos. Caramelos. Castillos hinchables. Una foto con una anciana, con un bebé, con un inmigrante. ¿De verdad este tipo de actuaciones (muchas veces sobreactuaciones) pueden provocar que una persona indecisa se decante por votar a sus perpetradores?
Un pomposo programa electoral. Páginas de promesas y propuestas. Todas bonitas. Todas efectivas. Todas políticamente correctas, claro. Todas votables, incluso. Yo, que era de los que pensaba que esto sí, que el programa había que leerlo para formarse una opinión antes de introducir el voto en la urna, veo que la mayoría de ellos (por no decir todos) son vacuos.
Un mitin. Parafernalia. Luces. Banderas. Tonos de voz emocionantes. Expresividad no verbal. Entusiasmo. Oratoria. Pero, ¿acudir al mitin de equis partido puede, de verdad, convencer a una persona que no sabe a quién votar, que no sabe siquiera si votar?
Insisto: ¿Cómo se convence a las personas indecisas? Porque los métodos descritos más arriba me parecen, a estas alturas del juego, mayormente ridículos. Supongo que la gente que trabaja en los partidos en la campaña, viene a hacer, en cierta forma, una especie de labor comercial, símil, por otra parte, que resulta muy gráfico para entender la política aquí. Tratan, en definitiva, de vender una moto con la esperanza de que entre la gran masa consumidora alguien compre. Pero, como vengo diciendo, me sorprende que alguien lo haga, que alguien pique. De hecho, no hay más que analizar las estadísticas de participación en muchos comicios.
No sé. Y es que, al final, se vota. Votamos. Unos por adscripción ideológica, otros en modo hooligan, es decir, sin capacidad crítica, haciéndolo porque es mi equipo y lo defiendo hasta la muerte. Otros porque es lo que se vota siempre en casa. Y otros, incluso, porque sí creen que este ejercicio puede cambiar algo. ¿De verdad? Sí, los hay. Yo mismo votaré este domingo y quiero pensar que lo haré incluido en ese último grupo. Y, sin embargo, lo haré con escepticismo y siendo consciente de todo lo que he escrito por ahí arriba.
No sé. No he podido esperar al sábado. Hoy es mi jornada de reflexión. Sin más.
PD: si quieres pasar una jornada de reflexión chachi, vuelvo a recordar que el sábado estaré poniendo canciones en el Satélite T, justo después del concierto que ofrecerá Cooper en dicho garito. Prometo poner temas que remuevan vuestra conciencia política previa a la cita electoral… Bah, no. No lo haré. Mejor poner temas que remuevan vuestras caderas.
PD2: la imagen que encabeza esta entrada pertenece a este Tumblr que también mantengo y que se llama Paredes que Hablan.