Los Chichos molan. O un nuevo golpe a mi pasado.

No es que uno haya vivido en un barrio o pueblo en el que no pegase escuchar a Los Chichos. Más bien, todo lo contrario. Pero, a pesar de ello, el recuerdo que tengo de mi infancia al respecto de la banda rumbera es que tanto la gente que me rodeaba como yo mismo repudiábamos en nuestros años pre-adolescentes y, por supuesto, en plena pubertad, a este y otros grupos del estilo. Era algo incuestionable en nuestro círculo.

Escuchar a Los Chichos se asociaba a autos de choque, mercadillos y gasolineras. Seat 124 o 131 Supermirafiori. Era un rollo quinqui antes de que lo quinqui fuese objeto de exposición. Era impensable loar, en mi contexto más cercano, a este tipo de conjuntos. No recuerdo que nadie cercano que escuchase rock, punk, pop y demás pretendiese que se le ligase a los ritmos más calós.

Incluso aún cuando crecíamos en edad y dicha evolución provocaba la apertura a otro tipo de géneros, Los Chichos y sucedáneos seguían siendo vilipendiados o ignorados, coincidiendo, quizá, con una época en la que este tipo de sonidos estaba en el más absoluto ostracismo de forma generalizada.

Hete aquí que, ahora, uno de los festivales más cool del mundo, el Primavera Sound de Barcelona, anuncia a bombo y platillo la presencia de la banda vallecana en su cartel. Una extravagancia que tampoco es tan excepcional habida cuenta de que, en dicho evento, ya ha habido hueco en sus carteles para artistas que, a priori, no parecen portar en su ADN las características que normalmente se asocian a su nombre.

Uno no sabe, en este sentido, si la apuesta por, en este caso, Los Chichos responde a un guiño-homenaje-reconocimiento a un grupo importante en su género, un combo histórico a nivel patrio, etcétera, o si, por el contrario, la inclusión de estos en su line-up sirve como anzuelo mercadotécnico para que todo el mundo hable del festival (efecto que, de hecho, consiguieron el día que se presentó el elenco de artistas para su edición de 2016)

El caso es que, desde que este anuncio se produjo, han sido muchas las reacciones al respecto. Entre ellas, de las que más me han sorprendido, son las de gente a la que creía en las Antípodas del universo el-Vaquilla. Fans, yo qué sé, de los Smiths celebrando con alborozo la presencia de Los Chichos en uno de los escenarios del Parc del Fòrum. Rockeros que emanan pedigrí saludando con alegría esa rumbita güena.

Todo OK. Nada que decir. No sós vos, soy yo. Puede que el problema sea mío. No negaré la originalidad del género y el impacto del mismo en una determinada época y público. Del mismo modo que, en otras ocasiones, he dado oportunidades a grupos, artistas y géneros que, a priori, pensaba que no iban conmigo (a veces confirmando el prejuicio y otras anulándolo), no lo he hecho (ni, anticipo, creo que lo haga a estas alturas) con bandas como la que nos ocupa. Puede que me halle en un espacio estanco, anclado aún en mis tiempos mozos en los que, como decía antes, escuchar y muchísimo menos alabar sonidos charros era algo inconcebible.

Estas letras, con todo, sirven para expresar mi sorpresa para con la noticia. Lo inaudito que me ha resultado no sólo la inclusión de Los Chichos en el cartel del Primavera sino el recibimiento de la misma. El impacto, en todo caso, es bastante llevadero y lo seguirá siendo hasta el momento en el que alguien de mi infancia, algún compañero de niñez, alguien que compartía defenestre y negación hacia Los Chichos, Los Chunguitos, Los Calis, Los Amaya, Los Calis y demás se destaque ahora como rumbero de pro, reivindique discografías barraqueras y abrace, por tanto, estos sonidos sólo porque el nombre de unas de sus más excelsas y reconocidas banderas aparezcan junto al de Radiohead. Si esto ocurre, amigos, otro asidero vinculado a mi pasado quedará cercenado para siempre. Otra palada de barro sepultará un poco más mi cada vez más lejana infancia-adolescencia.