El sábado volvió y me vi tirando de móvil para ver qué habían hecho el Milwall (porque sus derbis con el West Ham eran la hostia), el Sheffield Wednesday (porque siempre me flipó el nombre de este equipo), el Derby County (porque es dónde se empezó a consagrar la historia de Brian Clough), el Ipswich Town (porque ganó la UEFA en el 81), el Nottingham Forest (porque es donde se culminó la leyenda de Clough), el Leeds United (por ser la Némesis de Clough y porque los Kaiser Chiefs son hinchas), el Fulham (porque tiene uno de los campos más bonitos de toda Inglaterra, el maravilloso Craven Cottage), el Aston Villa (por su camiseta y el Villa Park), el Blackburn Rovers (por Alan Shearer), el Wigan (por el Northern Soul y “Los Tres Amigos”), el Wimbledon (por Vinnie Jones), el Preston North (por sus simpáticos hinchas en el Bilbao BBK Live de este año), el QPR (por su camiseta, su estadio y porque unos conocidos curraron en el campo un tiempo haciendo algo, no sé qué), el Reading (porque fue el rival del Liverpool cuando visité Anfield), el Scunthorpe (por el libro “Scunthorpe hasta la muerte” de Iñigo Gurruchaga), el Huddersfield Town (por ser el equipo que más goles le ha hecho al Liverpool en su historia – 8-0 – ), el Wolverhampton (por sus colores gualdinegros), el West Ham (mi favorito de Londres), el Leicester (por su histórica liga del año pasado y porque Julian Barnes es hincha de los Foxes), el Arsenal (por G. Cuesta y Nick Hornby), el Everton (por ser el rival-vecino del Pool), el Newcastle (por el recuerdo de su visita a Bilbao hace un montón de años), el Tottenham (por Aitor Armas), el Hereford United (por su eliminatoria de la FA Cup de 1972 frente al Newcastle), el City (por Guardiola), el Liverpool (porque es el Liverpool)…
El sábado volvió a arrancar una nueva temporada futbolística en Inglaterra, en sus diferentes categorías, y yo, ahí, tirando de datos móviles. No sé qué me atrajo – me atrae – del fútbol inglés, del fútbol británico pero es, como algunos sabéis, una de mis febrículas recurrentes. Hay razones obvias y comúnmente aceptadas por la mayoría de enamorados al balompié de las islas: que nació allí, su liturgia, la fidelidad a los colores de sus hinchas por muy pequeño que sea su equipo, la belleza de sus campos, los cánticos de los supporters…
No sé. Hay un amplio catálogo de imágenes que conforman un imaginario colectivo que encumbra, al menos emocionalmente, al football británico en el pedestal de los que somos aficionados a este deporte, aunque también surjan muchas voces, cada vez más, que tratan de desmitificarlo o que lo consideran sobrevalorado en comparación, por ejemplo, con la belleza del juego que se destila en España. E incluso a pesar de la deriva que el concepto Premier y la irrupción de los petrodólares ha generado en las islas, argumentación ésta que también secundo.
También puedo (debo) agarrarme a razones de carácter más personal-nostálgico: una carpeta de instituto de mi hermano Pedro, decorada con fotos de la selección inglesa, de Ian Rush (de red, claro), de Gary Lineker, de Bardsley con la piñata resquebrajada… Puedo pensar también, atención, en el incomprensible magnetismo que generaba el fenómeno hooligan en los ojos de un pre-púber, es decir, el atractivo que suponía ver por la televisión las algaradas previas (y durantes y posteriores) de un, qué sé yo, West Ham – Milwall, por decir algo obvio, argumento que ahora me resulta un tanto vergonzante admitir.
No sé. El caso es que con el paso de los años (con temporadas de excepción en el que el fútbol en general – el inglés, español e incluso, OJO, el Baraka – pasaba a un segundo plano en detrimento de otras obsesiones), la fiebre se ha mantenido e incluso, por momentos, se ha acrecentado: visita a Londres (y consiguiente visita a campos londinenses, que no a partidos), a Liverpool (con, ahora sí, asistencia a un match en Anfield), lecturas de títulos como ‘Fever Pitch’, ‘Scunthorpe hasta la muerte’ o ‘Maldito United’, de revistas de memorabilia brit-futbolera, la retransmisión de partidos en La 2 (¿os acordáis lo maravillosas que eran las sobremesas de los sábados hace unos cuantos años?), etcétera.
El caso es que así estaremos cada fin de semana, desde el pasado y hasta casi finales de mayo, mirando en el móvil resultados de los partidos de los equipos arriba mencionados y de algunos otros, tratando de ver algunos de ellos por la televisión o a través de la pantalla del ordenador e intentando explorar la posibilidad de acudir un fin de semana a la Pérfida Albión a hacer turismo balompédico.
Y es que, tal y como arranca ‘Scunthorpe hasta la muerte’, “el fútbol es un juego que comienza a las tres de la tarde de un sábado inglés”.
* La imagen que encabeza la entrada es un recuerdo fotográfico de mi vista a Anfield, la casa del Liverpool, cuando la parroquia red se prestaba a adentrarse al estadio.