Generación Rekmer V

Estoy escribiendo un relato nuevo sobre la profesión de afilador. Pronto lo leeréis (Compartir en Facebook)

Acabo de disparar una fotografía que creo que puede suponer el inicio de un serial sobre la relación entre el mar (¿o debería decir la mar?) y la terca soledad del creador (Subir a Instagram)

La escena de la chica con hiyab fumando vale de idea para un futuro guión (Tuitear)

La Generación sigue amenazando a través de las redes. Está montando, pergeñando un ejército de productos culturales sin fecha de lanzamiento. Es el desembarco Rekmer. La audiencia dospuntocero tiene el enorme privilegio de recoger esta especie de teasers en 140 caracteres. Es una constante.

Oh, pero, ¿y si sólo son intenciones pretenciosas lanzadas a modo de regocijo egocéntrico buscando el aplauso de las amistades de Facebook? ¿y si se quedan ahí, si se quedan en nada? Hay tensión interna. A veces, incluso, emerge al exterior. Tensión en el corazón de la Generación. Tensión Arterial Generacional (apunta en Evernote)

Pero podemos (¿debemos?) dar la vuelta a la tortilla. Reivindiquemos el optimismo y el lado positivo de las cosas en estos tiempos en los que lo cool es ser un hater y usar sin parar anglicismos absurdos. Decíamos, ¿no son, acaso, esas declaraciones de intenciones un germen ya de creación? ¿no hemos de considerar, quizás, esos tuits como simiente con cargazón? ¿no estaríamos abortando – en estos tiempos postgallardonistas (la Generación al quite de la actualidad) – un haz de luz creadora? ¿no nos debería bastar con saber que en esos comentarios ya hay vida, ya hay invención, ya hay ingenio, ya hay obra, ya hay producción? ¿o nos estamos (nos están) engañando?

Amigos, la Generación bulle.

* Lee todo lo publicado sobre Generación Rekmer, pinchando, obviamente, en su etiqueta (o aquí mismo)

Generación Rekmer IV: El Amor.

Cuesta, eso sí. No es lo mismo ver una película siendo de la Generación que no siéndolo. Algún peaje hay que pagar. Cansa. Pica, pero sarna con gusto, no. Ya no se disfruta de la misma forma. Hay que prestar atención a detalles ínfimos, insignificantes, hay que predecir, examinar e ir más allá. Hay que conocer el contexto, la filmografía anterior del director y demás. Ya no es mero ocio, ver un filme ya no es simple pasatiempo: ahora es una actividad inherente a la Generación. Pero sarna con gusto, no.

Cuesta, eso sí. Las consortes, de nuevo, son los eufemísticos daños colaterales que inventara un cowboy que llegó a ser emperador. Y, como tales, tienen todo el derecho del mundo a no portar esa vitola. Tienen el derecho a disfrutar, a que para ellas sea un simple pasatiempo, sea mero ocio.

Pero, eso sí, este rol victimista a veces les conviene. Los rekmerianos afirman que, en determinados momentos, sus parejas obtienen un beneficio de la Generación. Veamos un caso práctico para explicarlo.

Imaginen una cena con amigos. Las primeras damas de la Generación se sentirán orgullosas cuando concedan el privilegio de que sean sus miembros quienes, por ejemplo, elijan la música que amenice la velada. Un suave disco de jazz, un aterciopelado recopilatorio de bossanova o un sofisticado trabajo de lounge alejado, por supuesto, de los parámetros propios que visten músicalmente un ascensor, una consulta de dentista o un Zara. La mujer rekmeriana, con todo, se jactará SIEMPRE de que el sonido seleccionado encaje perfectamente con el contexto que ella ha construído y atribuirá, además, el éxito al hecho de que su esposo es miembro de la Generación.

Por tanto, en esta especie de aproximación antropológica y social a las estructuras que definen el movimiento Rekmer, las mujeres han de pagar, como sus impulsores, ese peaje que, a su vez, genera las mencionadas satisfacciones; han de tragar, por tanto, con cine iraní o rumano, han de soportar que en el coche (más adelante se dedicará un capítulo al ámbito del transporte) se pongan discos de The Incredible String Band o aguantar una soberana perorata acerca del último número de una ignota revista literaria.

Todos y todas a una. Sin ellas, recordemos, todo esto no tendría sentido. Y valga esta máxima para anticipar que el amor también es esencial para el advenimiento de la Generación. Es otro combustible que hace funcionar los engranajes de la misma. El amor.

** En capítulos anteriores de Generación Rekmer…

Generación Rekmer III

Un disco de un extraño sello en un atiborrado estante de un no menos lleno centro comercial. Un centro comercial no es muy propio de la Generación pero, a veces, llevados por el insaciable deseo de descubrir nuevos productos culturales, sus rekmerianos huesos terminan en este tipo de sitios. Un disco, decíamos, de una banda desconocida de la que apenas se han leído referencias en revistas especializadas. La nueva gran esperanza blanca del pop patrio. Guitarras cristalinas, muros de sonido. Etcétera. Puede llegar a ser agotadora la neolengua de determinadas disciplinas.

Pago con tarjeta y a casa. Una nueva referencia que llena el atiborrado estante de la Generación. Una discoteca particular a la par que comunal. Porque como tal habrá que tratar a la necesidad imperiosa de compartir lo que han significado las escasas dos escuchas de ese vinilo (claro) a través de una red social, online u offline.

Dos escuchas a las que habrá que sumar cuatro o cinco más para, posteriormente, regresar a los clásicos, a sus clásicos, para, en definitiva, que la nueva adquisición quede olvidada y sirva, sólo ya, como una muesca más de experiencia musical. Para ampliar el currículum sonoro de la Generación y que luego, cuando ésta estalle, nadie pueda atacarla acusándole de no haber prestado atención al enésimo disco del año. No, ahí no les pillan. Rekmer tendrá un amplio argumentario para rechazar, razonando, la generalizada filiación al mismo. La generalización no es filia, si no fobia y, por ende, la generalización de esta máxima también lo será. Una filosofía enrevesada y contradictoria que describe a la Generación. Difícil de entender, quizá, pero ahí está la gracia, ahí puede encontrarse una de las características que le hagan trascender.

En capítulos anteriores de Generación Rekmer… Intro y Deportes y Medios de Comunicación.

Generación Rekmer: de Deportes y Medios de Comunicación

Un café cortado y una Moleskine. Mágico combo. El boli BIC resta glamour a la escena y el hecho de que ya no se pueda fumar en las tabernas también. Y quizá el hecho de que no sea un café decorado al más puro estilo art noveau en plena plaza mayor de Salamanca, también.

Quizá, sólo quizá, la Generación consiga alterar estas imágenes novecentistas y transformar el paisaje de un antiguo pueblo industrial, plagado de colmenas, en el escenario más adecuado para la explosión cultural anhelada.

Remover el café tras verter el sobre del azucarillo. Abandonar la Moleskine porque el diario local se ha liberado. Leer una columna de un articulista de apellido Zarracina. Zarracina. Zarracina es magnífico. Es un gran apellido. Es EL apellido. Retomar la Moleskine, el boli BIC azul y escribir en mayúscula ZARRACINA, justo al lado del título de un disco de la Blue Note. Abandonar la Moleskine y la columna de Zarracina para ir a la sección de deportes.

Hay una parte de la Generación Rekmer que lee las páginas deportivas y que se jacta de ello. Y que se alegra por el hecho de que al balompié se le empiece a poner gafas de pasta negra o que se hable de él en librerías alternativas. Pero, en los medios generalistas… ¡Cuánta obviedad!

Este tema es conflictivo en el corazón de la Generación. Sólo una parte lee sobre deportes e instiga, amparándose en un halo intelectualoide, a la otra a que lo haga. Pero no cuela. No por nada, ni siquiera por actitud impostada, si no porque no. Y ya.

Vuelta al periódico del bar. Vuelta a una colección de hojas que manchan las yemas de los dedos y que, en la actualidad, poco aporta a ella. En los tiempos del smartphone, los diarios llegan tarde. Lo que lees por la mañana lo habías consumido ya la tarde anterior. “Se ha de cambiar el modelo actual de la prensa”, se atreve a decir un Rekmeriano. “Volver al gran reportaje, al periodismo de investigación”, anhela. Ahí es nada. La Generación como garante de la esencia mediática se atreve a discernir en torno a los mass media. La Generación era ésto.

Leer el periódico, con todo, es una actividad muy de la Generación. Transmite una imagen arcana, como la de fumar en los bares. Nos devuelve la fotografía de los héroes pretéritos, sentados en incómodas sillas de forja, sobre mesas de mármol, pasando las hojas de El Sol, cubiertos por nubes de humo, exhaladas por sus narices y sus bocas, generadas por la combustión de enormes cigarros de picadura. Lecturas acompañadas de grandes y efusivas tertulias. Una evocación digna de ser tuiteada.
Porque, vamos a ver, queda claro que la Generación, por muy retrófila que sea, no da la espalda a las nuevas plazas de discusión, no se cierra en banda a la comunicación dospuntocero. Faltaría más. A la Generación “Le Gusta” todo. Click. Compartir.

** Puedes leer la Intro de Generación Rekmer en este enlace: Into. Generación Rekmer.

Intro.

En el bar de la camarera atractiva. A Rekmer no le parece bien que sólo ése sea el motivo. Pero el resto va a ser historia.

La historia de una construcción, del nacimiento de una Generación. Una generación abrumada e infoxicada. Una generación que sueña con emular a héroes de hace cien años (o menos) y que pasa muchas mañanas llorando alrededor de un café, platicando sobre sí mismos, haciendo tertulia sobre la propia Generación, sabiendo, en el fondo, que no llegarán a nada y que las pretensiones creativas a las que aspiran son difíciles de cumplir.

Primero porque son febriles, con ciertos rasgos hedonistas. Lo mismo da hablar de literatura, que de música, que de cine, que de política, que de derechos, que de Internet, que de…, que de… Y puntos suspensivos… Un hedonismo consumidor que consume, valga la redundancia, el tiempo que se habría de dedicar a la propia creación. Por eso, además de hablar, hay que leer, escuchar, visionar, arengar, clickar y gritar. Y claro, el que mucho abarca… Puntos suspensivos.

Pero, otra vez, en el fondo, tampoco está mal. Eso que la Generación se lleva por delante. Libros, discos, películas y retuits. Y, a veces, caminatas en manifestaciones, escucha en actos subversivos y cervezas en librerías que hacen las veces de disquería y de estudio de tatuajes. Todo da experiencia, puntos de nivel, como en los juegos de rol y, quién sabe, con la edad, puede que esa experiencia se haga carne.

Pero, claro, lo quieren ahora. En realidad, además de febriles hedonistas, son primarios y quieren que la explosión generacional estalle ya, con treintaytantos. Porque son viejos comparados con los héroes del siglo XX (y puede que hasta XIX) pero jóvenes en el XXI. Una encrucijada evolutiva con la que tendrán que lidiar. Pues sea: al toro.

La Generación. La Generación Rekmer. El nombre ya está y el andamiaje, en parte, también. Es como si, permítanme el símil, hubiesen decidido practicar el footing y ya se hubiesen comprado las zapatillas. Ahora sólo hace falta librarse de la galbana y salir a la calle a desgastar suela. Y tener constancia en el ejercicio. Oh. Constancia y ejercicio. ¿No habíamos quedado en que eran hedonistas y primarios? Todo no se puede. ¿Cómo van a tener tiempo los miembros de la Generación si tienen que leer revistas, ver series, tomar vinos y cafés, comentar libros, compartir fotos en Facebook, ir al fútbol, hacer el amor con sus mujeres, escribir en blogs, cenar (de vez en cuando), trabajar (incluso), visitar librerías que son, a la vez, disquerías y estudios de tatuajes, descargar películas, inaugurar exposiciones (no de ellos), emborracharse, conducir, viajar, ir al pueblo, donar dinero a ONG’s, asistir a reuniones de vecinos, beber cerveza y té, escuchar emepetrés, vinilos y CD’s, quedar con amigos del trabajo, con amigos de siempre, con amigos de las mujeres, con amigos de la Universidad, del colegio y del instituto, follar (que no hacer el amor), tuitear, retuitear y crear hashtags, trasnochar, estudiar, dibujar y/o pintar, ir a la montaña y/o a la playa, grabar cortometrajes, hacer radio, enfermar y sanar, fumar y dejar de fumar (constantemente) y localizar camareras de bares atractivas?, ¿cómo? Una encrucijada ocupacional con la que tendrán que lidiar. Pues sea: al toro.

Al toro, por los cuernos. Y por los pelos. Aunque de esto, a estas alturas, más bien poco. De lo otro esperan que también. O mejor nada. Pero claro, ellas, las consortes, tienen que lidiar (al toro) con una amante absorbente: Rekmer, la Generación. Han de convivir con la dedicación improductiva que supone levantar un movimiento como éste e incluso han de adherirse, sin fisuras a los (aún) indefinidos preceptos que lo definen… Pero todo se andará.

Soportar la febrícula de turno, asintiendo, al principio, como a los tontos (que lo son) y bajando(les) a la tierra, después, cansadas ya de tanto devaneo y tanto vuelo sin motor, de tanta inopia y tanta luna de Valencia, de tanto cántaro lleno de leche derramada. Tanta respuesta y esfuerzo sin recompensa. Porque ellos, los creadores sin creación, no cederán, por muy objetiva, palpable y manifiesta que sea la realidad. Hay que seguir, sin rumbo y sin objetivos, pero sin parar. Disfrutar del camino, sin pensar en la meta.