Tres discos para dinamitar una tarde burguesa

Iba a ser una tarde de sábado como Dios manda. Los niños acicalados. Nosotros arreglados pero sin grandes aspavientos. Una fina lluvia que no impediría que diésemos un paseo tranquilo por el pueblo. Un paseo de esos de pipas de calabaza, de gusanitos para el niño, de los de brazo de ella entrelazado con el mío. Sin grandes alharacas. De ir a tomar algo al bar de la calle peatonal: café, KAS de naranja, un mostito y a casa. Todo bien, anodino según se mire; lo propio, en realidad, a determinadas edades, en determinadas situaciones familiares. Planes de sábado de lo más común. Los que no vas a compartir en tus redes sociales para no dar imagen de carca. Todo así, como muy aburguesado. O no. Yo creo que es transversal a diferentes clases sociales. O sea, todo muy normal. Todo bien. Correcto. Hasta que me quise hacer con unos artefactos sonoros made in Baraka. Y esto cambió, al menos en mi febril mente, la fotografía.

En el tranquilo paseo sin rumbo fijo, nuestros pies acabaron en la calle Gipuzkoa. Veo que se entreabre la persiana del 15.000 Hops, garito dedicado a las cervezas artesanas y de una cada vez mayor raigambre entre los aficionados a dicha bebida del pueblo. Recuerdo que Anita, la de los Peleles y la de los Sinclairs, me dijo que ahí, en ese bar, podía hacerme con el EP de Los Retumbes, otro de sus proyectos musicales paralelos. Ni corto ni perezoso penetro en el garito y me llevo el último ejemplar disponible del dúo de rock primitivo. Esta repentina adquisición, me hace rememorar que hay otra referencia que tengo que recoger.

No quiero marear a la Dueña y a los herederos pero, dado que aún no nos habíamos asentado en ningún abrevadero, les sugiero que, mientras lo buscamos, nos pasemos por El Tubo para llevarme el último EP de los Dr. Maha’s Miracle Tonic. Que seguro que está cerrado, mujer, pero ya que vamos de paseo, pues pasamos por ahí. Y efectivamente, el templo del punk-rock de Barakaldo, de la margen izquierda y me atrevería a decir que de Euskadi, está cerrado pero a punto de abrirse ya que don David, acompañado de su moza, aparecen para empezar a preparar el antro para la noche. Saludos cordiales y para adentro. Mi primogénito decide acompañarme. La Dueña se queda fuera con el carro.

– Aita – inquiere Nicolás al llegar al garito – huele raro.

Sí, El Tubo huele raro. Huele a rock, hijo mío, le digo. A humo. A noche. Reímos y coincidimos en que quizá, dentro de unos años, le darán igual esos hedores. Quizá lo catastrófico pueda llegar a ser que desaparezcan. Sea como fuere, olores aparte, el crío se deleita cuando le enseñamos la colección de bufandas de fútbol que decora El Tubo. Y yo me llevo el EP de los Maha. Y pregunto por el fenómeno musical del momento, esos Campamento Rumano de los que todo el mundo habla. Y Kalbo, David, me dice que ahí le queda un ejemplar del disco, que me lo lleve. Y lo hago. Y más tarde me enteraré que Patxi se ha quedado sin él. Ya lo siento. Y salimos.

Y noto turbada la cara de mi señora, alejada del lugar donde la habíamos dejado. Tiene razones. Me dice que unos yonkis han aparecido cerca de ella y del bebé profiriendo, con el clásico tono elevado de estas personas, insultantes amenazas. No a ella, sino a alguien que no estaba ahí. El caso es que cuando ha escuchado no sé qué de rajar la cara con una botella ha decidido alejarse un poco de la escena, a la espera de que acabásemos de salir de El Tubo.

Y justo se pone a llover con más fuerza. Que nos volvamos ya para abajo, dice. Ni pipas de calabaza ni, ahora, brazo entrelazado. Ni tomar algo en una calle peatonal. A uno de los tugurios del barrio, a ver un rato un absurdo Huesca – Atlético de Madrid con unas cortezas de cerdo. Hay que ver. Con lo idílicamente clase-media que parecía todo al principio. La sensación de que ese plan familiar se ha distorsionado un poco se acrecienta al pinchar los tres discos. Y me da por apuntarme en un papel algunas de las imágenes de esa tarde. Para contarlo, aquí y ahora. Que, en realidad, no he contado nada, ya sé… pero siempre se puede intentar relatar episodios de lo más común y que parezca algo más emocionante, ¿no? La idea era, en verdad, animar a la audiencia a escuchar a los tres grupos que, indirectamente, dinamitaron la tarde y, ya ven, me ha salido hacerlo así. Espero no les importe. Ni a ellos ni a ustedes.

Las Fiebres Musicales de mayo (I)

Uf… un mes sin escribir nada. Las últimas palabras que se publicaron en Cienfiebres fueron las dedicadas a mis fiebres musicales de abril. Lo siento por vosotros pero, de momento, regreso para lo mismo, para compartir algo que, en realidad, creo que sólo me interesa, narcisistamente, a mí. Bueno, en realidad, a lo mejor no tenéis nada que sentir. A lo mejor, si escribo otra cosa, es aún peor y poneros aquí algunas canciones que han reclamado mi atención durante los pasados treinta días quizá, sólo quizá, os entretenga un rato, al menos, al darle al play en los vídeos que se adjuntan.

Es lo que hay. Es lo que hay me resulta un mantra cada vez más repulsivo. Acomodaticio, conformista (en el peor sentido de la palabra… y es que a veces le deoy vueltas al hecho de que, a menudo, se usa muy peyorativamente este calificativo y creo que, muchas veces, no tiene porque ser así, aunque en este caso que estamos, lo es). Pero nada, es lo que hay. Dénle al play y a vivir.

Los Amis. El single «Sueños en Fa»/»What have you seen?» es una maravilla. Y el libreto que lo acompaña también. Y el curro que está haciendo la gente de Madmua Records, la hostia. No paran de rescatar gemas pretéritas, ignotas y deliciosas. La de Los Amis es sólo una entre ellas. Pero una bien gorda, que me iluminó una gris tarde de sábado del pasado mayo y que me llevó a pinchar no sé cuantas veces seguidas el 7″ y a no dejar de tararear eso de «ya sé que quieres ver mi vida siempre sonriente»…

Los Huracanes. Y claro, la de Los Amis fue una fiebre contagiosa que me llevó a revisar mi discoteca particuar, a desempolvar algunos LP y a, por ejemplo, caer en la cuenta que, además de los grandes nombres del spanish pop 60’s, había bandas por ahí que merecen ser reivindicadas hasta la saciedad. Este es el caso de la banda valenciana Los Huracanes, cuyo disco homónimo es una auténtica obra de arte a la que también le hemos sacado partido en este recién terminado mes. Para muestra, ese himno que es «El calor del verano» y que tan buena banda sonora nos pone a la época en la que nos encontramos.

The New Raemon. Cuando recibí en casa «Quema la memoria», la última referencia y recopilatorio de The New Raemon, recuerdo que pensé la poca atención que he prestado a este proyecto de Ramón Rodríguez a lo largo del tiempo. Apenas un par de CD’s y ahora esta especie de epílogo, si bien no tengo constancia de que el proyecto como tal haya acabado. El caso es que me resulta casi hasta injusto ese escaso seguimiento cuando sus canciones son de esas que marcan a fuego. Lo atestigua el mencionado recopilatorio, el cual, por cierto, viene acompañado de unas ilustraciones maravillosas realizadas por Paula Bonet.

Astrud Gilberto. Mayo ha dejado un hito en mi faceta de pseudo-coleccionista discográfico: he hecho mi primera compra de discos a través de grupos de compra-venta de Facebook. Un tipo muy majete (Lorenzo) me dejó a muy buen precio unas referencias jazzísticas, con entrega en mano en el pueblo. En dicha transacción me hice con el «The Astrud Gilberto Album», el cual devoré esa misma mañana y me llevó a enfebrecerme unos días con la bossa y los sonidos brasileiros.

Miqui Puig. El cienfebrismo, como bien sabéis, es decir que el disco «Escuela de capataces» de Miqui Puig es lo mejor del año. Y, por supuesto, que, al de dos semanas, otro álbum y artista le arrebaten ese título. Esto es así, es lo que hay (¡puaj!), pero también os diré que el trabajo del catalán es una maravilla y que le garantizo un top 5 a finales de 2017 en mi particular consecha. Y es que vaya colección de canciones más bonitas que se ha vuelto a currar el ex Sencillos… en el vídeo adjunto, una de mis favoritas.

Dr. Maha’s Miracle Tonic. Y la última fiebre musical de mayo se la otorgamos a los vizcaínos Dr. Maha’s Miracle Tonic. Y todo gracias al concierto que ofrecieron el pasado 20 de mayo en el Kafe Antzoki de Bilbao. Un fiestón de música viejuna el que prepararon, en el que nos entraron ganas de aprender a bailar swing y que provocó que el domingo 21 su último disco, «Bank Robbers», no dejase de sonar en esta santa casa.

Mi cosecha 2016. Los discos.

¡Felices Listas 2016! Sí, como cada año, en estas fechas, nos paramos a recopilar lo que más nos ha gustado o más hemos disfrutado en cuanto a discos, libros, películas o recetas de cocina, qué sé yo. Y lo hacemos, claro, con el fin último de mirarnos al ombligo, de postularnos como poseedores de una opinión (una verdad, nuestra verdad) respecto a productos culturales o de otra índole y, al fin y sobre todo, para sugerir y compartir títulos que puedan servir a otros y, en el caso de que juguemos a esto como receptores, para descubrir de una tacada cosas que se nos han escapado… Muy divertido todo, ¿verdad?

Luego podemos hablar de cómo se elaboran las susodichas. Leía un post de Joserra Rodrigo en el que decía que él no está de acuerdo en categorizar estas listas mediante un formato “top”, es decir, ordenadas de menos mejor a más mejor, por decir algo. Lo argumentaba exponiendo que, al final, todos y cada uno de los, en este caso, discos que apuntaba en su repaso a 2016 le habían emocionado de alguna manera y que estas emociones no pueden o no deben cuantificarse o diferenciarse entre sí. Compro. Acepto el razonamiento pero también creo que, entre lo apuntado, siempre hay cosas que llegan más, que emocionan igual pero, quizá, con distinta intensidad… o, volviendo al primer párrafo, diré que compro pero que me resulta más divertido culminar el listado con un podium, etcétera… y si hacemos esto (o al menos yo lo hago) es, insisto, para divertirnos, generar cierto debate y demás.

Va, hasta aquí. Cierro ya esta extensa introducción y doy paso a mi cosecha 2016 en lo que a discos se refiere. Este año son doce los álbumes seleccionados, discos que, en su gran mayoría, han acabado en el estante de mi discoteca doméstica (indicador decisorio aunque también los hay que he comprado y no aparecerán y otros que aparecen y no he adquirido), discos que he escuchado en mayor o menor medida y que, haya escuchado más o menos, por la razón que sea, han acabado cautivándome emocionalmente. O sea, lo de siempre. Venga, va, ahí van… Espero vuestras reacciones.


12.- LEON BENAVENTE: 2

Admito que la fórmula de este segundo trabajo de los León Benavente no me cautivó en principio (¿un abuso de algo parecido al “spoken word”? WTF!) pero he de admitir también que, como me ha pasado muchas veces (y me seguirá pasando), un concierto basado en dicha obra acaba llevándome a verlo de otra forma. Y, de esta forma, tras flipar con el directo que ofrecieron en la pasada edición del Bilbao BBK Live, mi consideración hacia este “2” varió hasta tal punto de incluirle en el puesto duodécimo de mi cosecha 2016.


11.- TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO: “Salve discordia”

Me siguen pareciendo una de las mejores cosas que le ha pasado al pop español en los últimos años y me reafirmo en esa opinión con cada nueva entrega de los gallegos. “Salve discordia” es un discazo con la intensidad y la suciedad marca de la casa y con hits tan redondos como el sinlge “Baila sumeria”. Y ya.


10.- THE LAST SHADOW PUPPETS: “Bad habbits”

Habida cuenta de que su anterior trabajo, “The age of the understatement”, me parece, ATENCIÓN, uno de los mejores discos de lo que llevamos de siglo XXI, las expectativas con las que aguardaba el regreso de Turner y Kane eran elevadas y, por tanto, como suele ocurrir en estos casos, no han sido alcanzadas. A pesar de ello, este “Bad habbits” sigue manteniendo una línea lo suficientemente elegante y evocadora como para ser destacado. Y, ojo, que no he metido su reciente EP, “The dream synopsis”, por el formato y por destacar el LP pero cabría perfectamente como gran fruto de la cosecha.


9.- PJ HARVEY: “The community of hope”

Amigos puristas del rock, yo os confieso: soy más de la Polly Jean desde “Stories from the city, stories from the sea” en adelante que de sus trabajos anteriores. Una Harvey más introspectiva, profunda, susurrante, que expresa su rabia de forma más sutil. Esta nueva PJ alcanzó, sin duda, el culmen con su disco anterior, “Let England shake” pero el álbum que ha sacado este año no le va a la zaga. No deja indiferente y emociona intensamente y con eso es más que suficiente. Y, aparte, ¿es “The Wheel” una de las canciones del año? Yo diría que sí…

8.- TELEGRAM: “Operator”

Uno de los descubrimientos del año. Llegué a ellos porque formaban parte del cartel del festival Bilboloop y, picado por la curiosidad, me los busqué en Spotify y, pensando en encontrarme con algo así como más, digamos, moderno, cual fue mi sorpresa al encontrarme con un disco que parecía del 78, que sonaba a Buzzcocks, a Undertones y toda la pesca. Un disco que me ha encantado, me ha divertido y que podría sonar (como de hecho suena) en eventos como Bilboloop pero también tendría cabida en garitos netamente underground como El Tubo de Baraka. Muy dabuti.


7.- THE DIVINE COMEDY: “Foreverland”.

Hay dos nombres en este listado que, aunque hubiesen hecho discos mediocres, seguramente habrían seguido apareciendo porque uno es demasiado fan de ambos. Uno lo vemos luego y el otro es Divine Comedy, esto es, el puto amo de Neil Hannon. De hecho, reconozco que “Foreverland” no va a ser mi disco favorito de los irlandeses pero su teatralidad, su pop dandi, sus arreglos y el buen rollo que destilan lo siguen situando muy por encima de los trabajos de mogollón de gente. Si a esto le añadimos que el concierto que ofrecieron en el teatro del BIME ha sido uno de los mejores directos que he visto este año, pues queda todo dicho.


6.- DMA’S: “Hills end”

Tan habitual como comprar polvorones o las cenas de empresa en diciembre está, en mi caso, el acto de incluir una dosis de britpop clásico en mis listas de lo mejor del año. Es mi sub-género favorito, quizá porque se afinca al recuerdo de mi cada vez más lejana adolescencia, y, por lo tanto, cada vez que aparece algo por ahí en esta onda (con un mínimo de calidad, se entiende) lo devoro y disfruto. Este curso, de hecho reitero la dosis con unos mozalbetes australianos que también formaron parte de mi cosecha de 2015. Los DMA’S son, a día de hoy y en mi humilde opinión, los mejores homenajeadores a los parámetros que me conquistaron a mediados de los 90 y, sólo por ello, a mí ya me tienen ganado.

5.- FRANK OCEAN: “Blonde”

Estas cosas me flipan. Escucho aleatoriamente una de esas listas que genera la plataforma Spotify en base a los gustos de uno y, de repente, suena algo que, a priori, está muy alejado de los estilos que suelo degustar. Y me flipa porque, de repente, eso que suena me flipa, me encandila, me sorprende, me resulta llamativo y me lleva a escuchar no sólo la canción que clama mi atención sino el disco entero en la que aparece y el disco entero me parece estupendo. Y estamos hablando, amigos, de un tal Frank Ocean (que me sonaba de ser uno de los nombres más aclamados en las publicaciones musicales más in de los últimos años), tipo al que se le mete en el saco del hip-hop (¿yo escuchando hip-hop?) aunque yo advierta guiños soul, gospel y demás rasgos negroides a los que puedo estar más acostumbrado… E insisto, me encanta y me encanta que me encante algo así… Y no recordaba que me pasase algo así desde el “Endtroducing…” de DJ Shadow… Y eso, que “Blonde” me parece uno de los trabajos más bellos de 2016.


4.- TEENAGE FANCLUB: “Here”.

Este es el otro que os decía hablando del disco de Divine Comedy. La banda a la que le habría incluido aunque su nuevo disco hubiese sido furruñé. Pero, claro, en este caso, jugaba sobre seguro: ¿cómo los enormes Teenage Fanclub van a hacer un mal disco? IM-PO-SI-BLE. Son los orfebres sencillos, majos y simpáticos que transmiten belleza, emotividad, buen gusto y cuyos discos se pone uno casi a diario. El otoño de 2016 ha sido el mejor otoño en años gracias a “Here” y su portada es, sin lugar a dudas, la más bonita del presente curso. Ay, qué ganas de verles el próximo 24 de febrero en el Antzoki.

3.- DAVID BOWIE: “Blackstar”

No va a ser mi disco favorito de Bowie. De hecho, confesaré que analizándolo desde un punto de vista estrictamente musical, quizá ni siquiera le habría incluido entre mis cinco favoritos del año. Entonces, ¿por qué “Blackstar” se lleva mi bronce de 2016? Elemental: porque este disco se convierte en el epílogo perfecto a la vida de un artista TOTAL; la rúbrica sonora perfectamente adaptada al momento que el propio David Robert Jones identificó como el de su final, al que quiso dotarle de una banda sonora oscura, de un réquiem solemne y experimental, por momentos siniestro aunque con atisbos luminosos y esperanzadores… En definitiva, ¿cómo no?, ¿cómo no voy a valorar como se merece un acto así?


2.- THE BRIAN JONESTOWN MASSACRE: “Third World pyramid”

De cabo a rabo. De principio a fin. Del primer segundo al último. Si alguno de los discos que aparecen en esta lista fuesen analizados por la redondez de su conjunto, sin más elementos en consideración, este trabajo de The Brian Jonestown Massacre se llevaría la palma. ¡Qué intensidad!, ¡qué enganche he tenido (tengo) con él! ¡Qué ración de rock lisérgico más bien digerida! En fin, que todo son alabanzas para cada uno de los nueve cortes (“Government beard” quizá sea mi canción del año) de este trabajo, de este grupo al que, hasta ahora, no le había prestado excesiva atención y del que ahora ando revisando toda su discografía. Si está aquí, en el segundo escalón del podium, es porque esta es la lista de Cienfiebres y este álbum me ha enfebrecido. Enorme.


1.- THOSE PRETTY WRONGS: “Those pretty wrongs”

Pero el disco de 2016, para mí, es éste. El más bonito. El más Beatle. El más delicado. El más elegante. El más emocionante. El más sugerente. El que más he escuchado. El que más ha gustado en casa. El que más he recomendado. El que he regalado. El que me ofreció la posibilidad de disfrutar de uno de los conciertos más guapos del año. El que me ha hecho redescubrir a Big Star. El más amable. En el que la mayor parte de la gente cuyas opiniones musicales respeto y admiro ha coincidido. El mayor descubrimiento del año. El disco. El disco del año: “Those Pretty Wrongs” de Those Pretty Wrongs. Que me callo ya y que lo escuches. De nada.

PD: ha habido otros discos que me han gustado y que recomiendo encarecidamente pero que se han quedado fuera de la lista por poco. Por ejemplo los últimos de: Suede, Parquet Courts, WAS, Novedades Carminha, Kokoshca, Michael Kiwanuka, Franco (¿es “Neoliberal” una de las canciones del año?, ¿debería hacer una lista con las “Canciones del año”?), Quique González, Is Tropical, The Hinds, Wilco, Allah-las, Dodgy, Los Wallas, Dr. Maha’s Miracle Tonic (aunque éste aún no lo he escuchado)…