Cosecha 2018. Y fin.

¡Qué absurdo es esto de las listas de fin de año! O sea, que está guay y tal, echar la vista atrás, hacer balance y todas esas cosas, vale. Pero tampoco es necesario tener que proclamarlo a los cuatro vientos, ¿no? O quizá sí. No sé. Quizá sea, exclusivamente, un rasgo, una característica de nuestros tiempos. No pasa nada. Se ve que uno no puede abstraerse del momento y la época y se deja llevar. Pues eso, que no pasa nada. Digo yo. Pero lo que es verdaderamente absurdo o a mí me lo resulta según escribo estas líneas y releo las de los días anteriores, es la capacidad de estas entradas, de esto de las listas que yo llamo Cosecha ____, como si estuviese en pleno Falcon Crest, de motivarme (¿obligarme?) a sentarme delante del ordenador, dejando de hacer otras cosas por venir aquí, a contarle a cuatro y el tambor lo que leo, veo, escucho o siento durante determinados momentos a lo largo del año que se acaba. El caso es que en estos últimos 4 o 5 días, he escrito más en este blog que en tres o cuatro meses, momento en el que, precisamente, me dediqué a escribir unos textos muy parecidos a estos mismos pero referidos a resumir lo que había dado de sí el verano.

A lo mejor no me da para más que para escribir cinco o seis post en una sentada (realmente tardo muy poco en escribir estas bobadas) sobre… bueno, sí, mis fiebres, circunscritas, en cualquier caso, a un determinado período de tiempo. Y, hombre, a decir verdad, no me gustaría que esto se redujera a eso, por más que tampoco tengo muy claro a qué se tiene que dedicar ésto, por más que mi máxima sea la de escribir sobre lo que me apetezca, cuando me apetezca y demás y, por tanto, si lo que me pide el cuerpo es hacer este tipo de escritos, pues sea. Pero es absurdo, en cualquier caso. Si dedicara ese pequeño tiempo a diario a sentarme a pensar o escribir de otras cosas, quién sabe, incluso si me sentase el exiguo tiempo que dedico a estos posts (que, al final, no dejan de ser una especie de vomitona desordenada pero coordinada por no-sé-qué-cosa-de-qué-año-o-mes) a escribir, yo qué sé, relatos o algo así, si lo hiciese, digo, pues igual hasta me acercaba a ejecutar uno de mis anhelos teenagers… pero no… cuatro o cinco días comentando que el libro que más me ha gustado del año es no sé cuál o diciendo que el disco que hay que escuchar es este de aquí… como si mi criterio fuese importante para quien esté al otro lado. No sé a qué pretendo jugar cada año repitiendo estos textos en el mes de diciembre pero insisto: es absurdo pero, al mismo tiempo, fascinante que una vez hecha esta reflexión tan autocrítica conmigo mismo, sea plenamente consciente de que en el siguiente párrafo remataré el serial Cosecha 2018 y que el año que viene, por estas fechas, estaremos con el Cosecha 2019. Con todo, sólo espero, antes de acabar esta disertación, poder escribir algo más y de algo más que de estas bobadas en Cienfiebres durante el 19. Porque no, a pesar de lo expuesto y de cierto tono apesadumbrado que se haya podido intuir, lo siento, amigos: no lo dejo. Me quedo.

Y ahora sí… Cosecha 2018. Y fin. Hemos hablado de libros, de pelis, de discos, de fútbol… los días anteriores y ahora, a escasas horas de despedir el 18, quiero hacer una especie de ‘remembering’ en unas pocas palabras para acabar con el nombre en mayúscula, para mí, de este año. Así, me vienen a la cabeza imágenes como la de Rajoy despidiéndose de su poltrona de presidente por una moción de censura de la oposición que, lo nunca visto desde que tengo uso de razón, fructificó una vez que el hasta entonces partido en el gobierno fuese señalado judicialmente como un partido corrupto; pienso en el cuento de nunca acabar de Cataluña y el prusés o en la irrupción de fuerzas políticas que asustan, aquí, ahí y más allá; rememoro a los viejillos y viejillas que han salido a la calle (siendo Bilbao su epicentro) durante casi todo el 18 y me acuerdo de la explosión feminista que se vivió el 8M; aparece por ahí la Rosalía, el Netflix (¿ha sido el 2018 el año de su absoluta consagración ya entre toda la basca, no? Admito, sin querer sonar snob (o sí, ¡qué coño!), que yo no uso de eso), el VAR… pero, como decía antes, si hay una imagen que mantendré fresca e impoluta en mi cerebelo o donde quiera que se alojen los recuerdos, para toda mi vida, no sólo el 31 de diciembre, esa es la de la mañana del 27 de abril de 2018, un amanecer primaveral en el que llegó Telmo, el nombre que marca mi 2018, sin ningún género de duda.

Feliz 2019 a todas y todos.

* La foto la he encontrad aquí.

Cosecha 2018. El pop.

Sin muchos preámbulos. Este año lo titulo así, con lo de «El pop» porque, más allá de los, para mí, mejores discos del año, quiero hacer otras distinciones. Y sin más… ni menos… aquí, como en otras de las millones de listas que han abundado durante este mes, se viene a aplaudir las selecciones o a vilipendiar la desfachatez de elegir equis álbum o ene canción, sin entrar en mayores disertaciones o argumentos. Así que no me extiendo, digo, extendiéndome.

Este año he vuelto a destinar una parte importante de mis ingresos a comprar discos en formato físico (CD y vinilo) Entre los editados durante estos casi finiquitados doce meses, he comprado un total de 24 referencias. Este criterio, el de la compra, es determinante para que aparezcan en esta lista ya que, en la mayoría de los casos, antes de comprarlos habían pasado el filtro de ser testados en plataformas de streaming, principalmente Spotify, aunque hay excepciones (discos comprados en conciertos – que me convencieron, claro – y cosas así) y, por tanto, han tenido su correspondiente fiebre y su consecuente suelte de gallina. De esos 24, mi top 10 del año sería:

10.- FATHER JOHN MISTY: God’s favorite customer
9.- SR. CHINARRO: Asunción
8.- HONEYBUS: For where have you been: The lost tracks
7.- SPIRITUALIZED: And nothing hurt
6.- THE JAYHAWKS: Back roads and abandoned motels
5.- DROPKICK: Longwave
4.- COOPER: Tiempo, temperatura, agitación
3.- PETE ASTOR: One for the ghost
2.- JOEL SARAKULA: Love Club
1.- FINO OYONARTE: Sueños y tormentas

Dado que han sido también unos cuantos los singles y EP’s editados este 2018 que han ido a parar a mi discoteca particular, me gustaría hacer mención a algunos de ellos en una pequeña lista:

1.- THE ANGLOS: Broke down piece of man/Four walls of gloom
2.- BELLE & SEBASTIAN: How to solve our human problems. (Part 1, 2, 3)*
3.- CANGREJUS: La elegancia entra en su casa
4.- JOHN’S CHILDREN: Desdemona
5.- CAROLINA DURANTE: Examiga

* la primera parte de la serie de tres EP’s de Belle & Sebastian en realidad se editó a finales de 2017.

En cualquier caso, desdeñar, en estos tiempos, el consumo virtual o digital de música sería una especie de incongruencia espacio-temporal. Por ello, por ahí tengo anotados (guardados) unos álbumes que me han gustado muchísimo y que, como digo, sólo he disfrutado, de momento, a través del Spotify, a la espera, eso sí, de que sus correspondientes ediciones físicas sean un poco más accesibles.

BETACAM: Mítico.
DANIEL ROMANO: Finally free
THE LIMIÑANAS: Shadow people
MGMT: Little dark age
STONE FOUNDATION: Everybody, anyone
TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO: El gatopardo
THE ESSEX GREEN: Hardly electronic

Del mismo modo que antes destacaba singles, es decir, formatos de corta duración, he tenido también mi lista de canciones favoritas de 2018 en el Spotify, canciones algunas que me han empujado a escuchar álbumes enteros y otras que he disfrutado sin necesidad de ampliar nada más… algunas de ellas…

THE FERNWEH: Timepiece
THE ESSEX GREEN: Sloane ranger
THE MAX MESSER GROUP: Free
FERNANDO ALFARO: Qué clase de animal
PECKER: Seremos parte del huracán
MIQUI PUIG: Raros
GRUFF RHYS: Frontier man
MILES KANE: Loaded
SUEDE: The invisibles

Lo curioso, en todo caso, es que, puestos a medir las horas escuchadas a lo largo del año, es más que probable que le haya dedicado más tiempo a artistas, bandas y discos pretéritos que a los coetáneos. No soy el único al que le pasa eso, estoy seguro. Al final, acabamos tirando de (nuestros) clásicos por hache o por be. Haciendo un poco de memoria sobre este 2018, citaré cuatro grupos (muy obvios en mi caso, como bien puede saber quien me conoce un poco en estas lides) que me han enfebrecido a raíz de aniversarios, libros, películas o por razones más insondables:

THE KINKS
STEREOLAB
EL NIÑO GUSANO – LA COSTA BRAVA – SERGIO ALGORA
PULP
COLIN BLUNSTONE
LA GRANJA
THE HONEYBUS

Y vamos acabando con una de mis actividades preferidas alrededor de la música: asistir a conciertos. Este año, por evidentes razones de índole familiar, no he podido disfrutar en número como a mí me hubiese gustado. De hecho, al 2019 le pido un poco más de tiempo para la música en directo… veremos si es posible… tres conciertos muy disfrutados de este 2018 que se nos va:

COOPER (Shake, 6 de enero, formato acústico)
DR. MAHA’S MIRACLE TONIC + SANTI CAMPOS + RUNAWAY LOVERS (Ambigú, 3 de febrero, fiesta V aniversario de los TwoBaskos)
DAN PENN + THE MASQUERADERS (Kafe Antzoki, 6 de octubre, Soul 4 Real)

Cosecha 2018. El fútbol.

¡Quién nos lo iba a decir! Quién nos iba a decir, allá por el mes de agosto, que íbamos a llegar a finales de año con nuestro equipo en posiciones nobles. Y es que el Barakaldo CF acaba el curso del 18 en la tercera plaza del grupo II de la 2ªB y, lo que para mí es más importante, metiéndole seis puntos al quinto. Como digo, algo impensable a principios de la temporada 18/19 que ni los más optimistas podían imaginar cuando tres cuartas partes de tu plantilla se piran a otros equipos en el mercado veraniego, yéndose, claro, los principales puntales de la campaña pasada.

Echando la vista atrás, precisamente, a la temporada 17-18, a uno le queda la sensación de que se desaprovechó una plantilla muy compensada y en la que, sobre todo en la vanguardia, las cosas salieron a pedir de boca, con una de las mejores duplas atacantes de la categoría y de las que no se recuerdan por Lasesarre desde hace años (Sergio Buenacasa y Ander Vitoria) Un equipo bien armado atrás, muy compensado en el centro del campo (otra buena pareja de baile eran los Cerrajería y Baba) y, como ya he dicho, con mucha pólvora arriba. Sin embargo, la parroquia gualdinegra nos tuvimos que confirmar con la clasificación para la Copa (competición, por cierto, que, por el momento, es el gran fracaso de lo que llevamos de curso, tras caer eliminados a las primeras de cambio frente a un tercera navarro, el Mutilvera)

Quizá esa rémora de la pasada campaña y el escepticismo inherente a una plantilla completamente nueva y desconocida es lo que a uno le mantiene desconfiado de cara al futuro. Espero equivocarme totalmente pero es como que tengo la sensación de que tarde o temprano empezaremos a encadenar resultados negativos y caeremos a posiciones más mediocres. En algunos partidos (me estoy acordando ahora contra el Calahorra) es como que se apreciaban las costuras del equipo y parecía que de un momento a otro las hechuras iban a saltar por los aires. Eso sí, mientras tanto, mientras yo me sitúo en una posición quizá demasiado agorera, el Barakaldo de Larrazabal de la actual campaña se empeña en llevarme la contraria. Y, obviamente, me alegro enormemente de que sea así. De hecho, si dejo un hueco a la esperanza de pensar que, quién sabe, a lo mejor en mayo del 2019 igual el Barakaldo está entre los 4 primeros clasificados, es por el hecho de que a la plantilla se le ve muy solidaria entre sí, que pelea hasta la extenuación y que es como que, inconscientemente, quieren vencer a esa impresión de principios de campaña y darnos a todos los escépticos en los morros. Insisto: ojalá sea así.

Lo que ya no es tan increíble es lo del Liverpool de Klopp. La evolución del conjunto del Mersey es magnífica, preciosa y apasionante. De hecho, 2018 queda como año de los de guardar para la hinchada red, aunque faltase el lazo en forma de orejona. Una pena, sí, pero, en cierta forma, disfrutamos (o eso habrá qué decir) la final contra el Madrid, a pesar de todo. Para mí, desde luego fue todo un punto vivirla este año con un bebé recién nacido, un niño cada día más enfermo con el balompié y demás, como ya os conté en Niño adoctrinado y Bebé volador.

En cualquier caso, más allá, como digo, de la guinda de la final de copa de Europa, el año de los de Klopp sigue siendo espectacular. A fecha de hoy y a escasas dos horas de la segunda jornada del Boxing Day que enfrenta al Liverpool frente al Arsenal, los reds son líderes en solitario de la Premier, sacándole cinco puntos al segundo clasificado (el Tottenham), manteniéndose imbatido tras 19 jornadas, ganando 16 y empatando 3, siendo el segundo equipo más goleador de la liga y el menos goleado. Por tanto, ¿es o no es, de momento, un año para enmarcar? Sólo cabe esperar que en el próximo 2019 se mantenga la evolución y llevar algún título a las vitrinas de Anfield (un título de liga tras 39 años o resarcirse de lo del año pasado, aún presente, o, por pedir que no quede, ambos dos)

Para acabar esta pseudomemoria de 2018 en clave futbolero-cienfebrista, podríamos referirnos al Mundial y tal, pero, además de que yo no soy mucho de selecciones, hay un nombre que creo que es más idóneo para este cometido: Nicolás, mi primogénito. No negaré que estoy encantado con que el crío le guste esto del balompié pero, quizá, sólo quizá, no esperaba que fuese a ser para tanto. Le encanta jugarlo, tanto física como fantasiosamente (vaya partidos se juega él solo sin mayor compañía que su propio cuerpo y mente… en realidad, algo ya os conté pero os puedo asegurar que ha ido a más), le ha encantado hacer la colección de cromos de la liga, se ha aprendido los escudos de muchos clubs, te puede decir 5 o 6 nombres, fácilmente, de jugadores de un montón de equipos y, lo que es más flipante, si se encuentra con un partido en la tele, prefiere verlo antes que los dibujos que puedan estar dando en alguna cadena infantil, por no hablar de que ha venido ya a unos cuantos partidos a Lasesarre y el chaval ha aguantado estoicamente a pesar del habitual turre que supone el fútbol de bronce.

En fin, que sí, que encantado y tal, pero me las he visto ya en varias ocasiones diciéndole que hay vida más allá del balón… pues eso, que acabo casi casi como empezaba esta entrada: ¡quién me lo iba a decir a mí!

* en la imagen, el protagonista final del post, Nicolás, ataviado con su zamarra gualdinegra, en Lasesarre, observando a Oscar Prats, el día que nos eliminó el Mutilvera.

Cosecha 2018. Los libros.

Nuevamente, si no se me olvidó anotar ninguno, me sale que este año han caído 23 títulos de diferentes géneros, en diferentes formatos y demás. A continuación, destacaré los que más me han enfebrecido en función de las diferentes temáticas y demás…

Literatura Pop. Tres obras me he leído con la música, grupos y demás como hilo conductor y de ellas destacaría en este listado «Atardecer en Waterloo» (Manuel Recio, Iñaki García) Excelsa biografía sobre los maravillosos Kinks, escrita con mucho estilo y muy profusa en todo tipo de datos.

Novelas Infantiles. Lo pongo así intencionadamente, llevando a engaño. No he leído novelas dirigidas al público infantil sino, más bien, novelas en las que los niños son los grandes protagonistas. La motivación que me llevó a ello fue el acercarme al principal colectivo de personas con las que trabajo a través de la literatura. Este serial, finalmente, se redujo a dos títulos (en pendientes tengo unos cuantos más para el 19), los cuales, me gustaron tanto que quiero destacar a ambos: «República luminosa» (Andrés Barba) y «Chavales del arroyo» (Pier Paolo Pasolini)

Novelas hilarantes. No sé me ocurre otro término para incluir aquí los maravillosos «Marcianos» (Sergio Algora, Oscar San Martín, 2018) y el – un tanto decepcionante – «Amor se escribe sin hache» de Enrique Jardiel Poncela.

Ensayos (o así). Relacionado con mi trabajo también, ha caído el ya, para mí, imprescindible «Aporofobia, el rechazo al pobre» de Adela Cortina; luego, no pregunten por qué, me dio por leer cosas (dispares) sobre la contracultura, dejándome muy buen sabor de boca «Rebelarse vende. El negocio de la contracultura» (Joseph Heath, Andrew Potter) y no tan bueno los dos primeros volúmenes de «Poder Freak» (Jaime Gonzalo); un hueco para la guerra civil, claro, con el muy recomendable ensayo-relato periodístico «Si me quieres escribir» (Pedro Corral) sobre la batalla de Teruel y la gloria y el castigo de la 84ª Brigada; añadiría también una curiosa obra de Gay Talese titulada «El Puente» (qué bien escribe el tipo para que te engatuse con un reportaje sobre la construcción de grandes puentes en Estados Unidos) del que guardaré un recuerdo muy especial ya que me lo leí en el hospital, durante las primeras horas de Telmo entre nosotros; y, finalmente, destacaría la novela, supuestamente de no ficción, «El maestro Juan Martínez que estuvo allí», libro de Manuel Chaves Nogales basado en las entrevistas que mantuvo con un bailarín-cabaretista que vivió en primera persona la explosión de la revolución rusa. Posiblemente el (pseudo) ensayo con el que más he disfrutado este 2018.

Fútbol. Curiosamente, pese a haber incrementado mi biblioteca sobre esta temática gracias a un tuit, este año sólo he leído un libro relacionado con el deporte rey. Eso sí, me atrevería a decir que, posiblemente, sea el que más me ha gustado de los 23 títulos que han caído o, al menos, el que más me ha emocionado. Se trata de «Hijos del fútbol» de Galder Reguera. Simplemente maravilloso.

Cómics. Creo que han sido cinco los que he leído en este formato y, de los cinco, el título que elijo a destacar es, sin duda, el de «Wilson» de Daniel Clowes. Un nuevo anti-héroe a idolatrar (o repugnar) para este año. Destacaría también, por el valor simbólico que tiene, el fantástico «Los puentes de Moscú» de Alfonso Zapico basado en la entrevista entre los (antagónicos) Eduardo Madina y Fermín Muguruza.

Otras novelas. Sin saber ya dónde encajar, quedan por ahí tres obras que las meteremos en la estantería novelas. Y de las tres, me quedo para esta lista-tonta con «Sumisión» de Michel Houellebecq, siendo, además, mi primer acercamiento a la obra del autor francés.

Cosecha 2018. Lo Eduso.

No me extenderé. Si echo un vistazo atrás en clave profesional, me encuentro con, desgraciadamente, mucho acoso escolar, muchas niñas y niños afectados porque sus padres – separados en muchos casos – se olvidan de que aunque dejen de ser pareja nunca dejan de ser padres, con mucho niño, niña o adolescente solo, solo en el sentido de poco acompañado por sus cuidadores, sin referentes, con la pantalla como gran y, a veces, único aliado.

Desde una perspectiva más macro, pienso en los refugiados, en los migrantes, del Mediterráneo, de centro América, de África… en la dureza de sus procesos, de sus vidas y en como, derivado de estas situaciones, surgen intransigencias políticas pero, al mismo tiempo, muestras excelsas de solidaridad y sacrificio (me viene a la cabeza ahora mismo a la gente de Open Arms, en pleno Alborán ahora mismo, y recuerdo una conversación de verano con algunos de sus voluntarios explicando experiencias preciosas y, a la vez, espeluznantes)

Finalmente, como ya advertí en la última entrada que escribí en 2017, este 2018 que ahora se nos acaba ha sido el año de IMAGO como último y gran proyecto que hemos llevado a cabo desde EducaBlog. No ahondaré en explicaciones al respecto porque todo está aquí, pero, en cualquier caso, este fotolibro nos deja encuentros maravillosos con amigos en las diferentes presentaciones realizadas, un cambio en la perspectiva a la hora de acercarnos a las personas que pueblan nuestra profesión (o sea, una mayor atención a la subjetividad y la individualidad de los sujetos) y la certeza de que el vínculo se puede fotografiar.

* la imagen que encabeza este post forma parte del fotolibro IMAGO.