Diario Vacacional (¿post?) Pandémico. Seis.

La otra mascota del hotel, compañera de Maia. Es la del medio, conste.

16 de julio. El Carmen, patrona de Santurtzi y de muchas localidades marineras. Festividad, en definitiva, de las gentes que viven en directa relación con la mar. Pese a estar instalados durante seis días en una localidad que vive de cara a dicho elemento, no hemos detectado ningún homenaje a dicha virgen. Igual el tema es que aquí el turismo lo fagocita todo. Quizá por estos lares no tiene mucho sentido festejar al Carmen. Aunque, bien pensado, tampoco le veo yo mucho sentido que la festividad en la que se desarrollan las fiestas de Barakaldo sea ésta y así ha sido, es y está siendo.

El mismo sentido como que emerja mi yo wannabe el anhelo de ser una especie de lobo de mar sólo porque esté disfrutando de la playa, porque vaya descalzo por la calle o porque esté disfrutando viendo como los peces nadan a nuestro alrededor. Yo ya me monto mi película imaginando que pillo una barquichuela, que voy todo el día descalzo y que visto camisas color añil. El Cienfebrismo es esto, amigos. Tranqui, se me pasará enseguida.

Escuchamos el «Cumpleaños feliz» de Parchís a todo trapo cuando entramos a comer. Y Telmo se queda paralizado al ver a Maia. Poco os he hablado estos días de Maia. Que quién es Maia, os preguntaréis con interés. Pues Maia es una de las mascotas que la chavalería residente en el hotel tiene a su disposición para hacerse fotos, para celebrar los aniversarios y para bailar con los niños y niñas en la mini-disco. Muy bien todo, hay que pensar en los críos y tal, pero con quien más empatizo estos días de canícula es con la persona que, con resignación, ha de embozarse el disfraz del compañero del personaje de la foto (la estatua, no los otros) y hacer algunas de esas actividades que os menciono. Honor y solidaridad para con él o ella. Imagino que mientras hace feliz a los infantes, el susodicho, sudando la gota gorda, se estará cagando en todo.

¿Os acordáis de Anna, la niña italiana del dos? Pues al final, resulta que sus padres son casi con los que más amistad hemos hecho estos días. Una pareja encantadora con la que, al final, hemos compartido cervezas y conversaciones no muy fluidas habida cuenta de las diferencias idiomáticas. Una de las tertulias que más gracia me hizo se desarrolló este día y fue con el fútbol como temática. Paolo, el padre de Anna, es milanista y Nicolás, ni corto ni perezoso, se lanzó a mencionarle un montón de jugadores del actual equipo rossonero. Futbolistas de los que yo apenas había oído hablar y que, sin embargo, el compañero italiano afirmaba a la par que me miraba con gesto de sorpresa ante los conocimientos balompédicos de mi chiquillo. Como os he dicho muchas veces, quizá, sólo quizá, se nos ha ido un poco de las manos el tema del fútbol y Nico.

¿Os acordáis de la gaviota ladrona del año pasado? Pues no sé si sería la misma (obviamente, supongo que no), pero ayer una de estas aves de la familia charadriiforme laridae volvió a aventurarse al recinto turístico cual kamikaze nipón de la segunda guerra mundial para guindar, atención, un plátano. Sí, amigos. La alada ladrona se posó en la mesa de una de las terrazas de las habitaciones y, ni corta ni perezosa, engulló una banana cual boa constrictor zampándose, yo qué sé, un armadillo. Una escena brutal que, todo sea dicho de paso, sirvió para que pudiésemos calmar a Telmo que momentos antes se había producido una herida en la mano y aún andaba asustado hasta que vio a la gaviota zampabananas.

¿Os acordáis de la inacción de los niños y niñas ante el flagrante recorte en el metraje de la peli que vieron el pasado jueves? Ay, cuánto tienen que aprender de las viejas generaciones. Y lo digo porque, minutos después del ataque gaviotil, una abuela sexagenaria defendía con uñas y dientes su derecho a tirarse por el tobogán del parque acuático. Y lo hacía porque justo cuando ya estaba arriba, presta a lanzarse por el verde, el del túnel, dieron las siete de la tarde, hora marcada para apagar los chorros y cerrar los toboganes. Uno de los socorristas subió a la parte superior a conminar a la veterana bañista a que abandonara la atracción, demanda que la abuela no contempló como aceptable y con vehemencia acabó convenciendo al joven para poder deslizar sus ajadas carnes, con absoluta exclusividad, es decir, ella sola, nadie más en derredor, por el deslizadero. Una victoria más del movimiento pensionista patrio.

Penúltima noche de nuestras vacaciones por Menorca. Última para nuestros convecinos de Barakaldo que al día siguiente regresarán a nuestro pueblo, el cual, según nos cuentan arde de calor como buena parte de la península. Aprovechamos que la hija de ellos y los nuestros veían un espectáculo de pompas de jabón, para echar unos tragos con ellos, hablar de amistades comunes, de farras, de txokos, del Tour de Francia y demás. Un placer también haber coincidido con ellos y ya la siguiente vez que les veamos será por el barrio.

No quiero cerrar esta entrada del diario sin hacer mención a una luctuosa noticia que, desgraciadamente, me llegaba a primera hora de la mañana y que, de alguna manera, ha marcado un poco la jornada pese a todo lo relatado. Este 16 de julio, día del Carmen, ha fallecido Juanma, un ex compañero de trabajo que apenas llevaba 3 o 4 años jubilado. Hago mención porque este hombre era el típico tío afable, majetón, colaborador, la típica persona carismática que, casi sin querer, dejaba huella en todos los que le conocían. Una persona que, desgraciadamente, se ha ido siendo aún bastante joven, quedándole mucho por disfrutar, algo por lo que, precisamente, creo yo que será recordado, por ser un gran bon vivant. En fin, una pena. Goian bego.

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