Diario Vacacional (¿post?) Pandémico. Tres.

Aquí, esperando acontecimientos

La familia duerme, tengo wifi, terraza, tabaco, bla, bla, bla… repetitivo, ¿verdad? Desgraciadamente, algo así he sentido yo en este tercer día de periplo vacacional. Repetición, rutina, día de la marmota. Playa, piscina, caña, playa, piscina, caña, etc… el plan es parecido al del año pasado, claro, y los críos disfrutan, sí, pero hoy, por lo que sea, se me ha hecho cuesta arriba. Y eso que alguna novedad he introducido en la jornada.

Por ejemplo, esta mañana del tercer día, tras publicar la entrada dos de este diario, me he ido a andar yo solo por ahí. Ese paseo me ha llevado a lugares feos y, en cierta forma, lo he agradecido; quiero decir que, quizá por lo dicho de la rutina, toparme con una especie de descampado, plagado de maleza, con coches medio abandonados cerca, restos de algo de basura y demás ha roto con el entorno idílico que estamos acostumbrados a disfrutar estos días. Este garbeo realizado en torno a las 07:30 de la mañana, me ha llevado a pensar en el tipo de situaciones y escenas que me toparía a esas horas paseando por Barakaldo en plenas fiestas: zombies demacrados de voltereta. Ay, parece que siento nostalgia de lo desagradable.

Durante el camino, me ha molado ver a personal de otro hotel cercano al nuestro departiendo amigablemente entre ellos, mientras echaban un café y fumaban un pitillo. He pensado en la temporalidad de muchos de esos curros, muy estacionales, y en las buenas relaciones que surgirán. Yo veo a los jóvenes monitores y camareros de nuestro hotel, muchos de ellos de fuera de la isla, y me los imagino quedando para salir de fiesta por ahí o para ir juntos a la playa e incluso preveo escarceos y rolletes entre ellos y tal. Que el curro será una full e igual las condiciones serán una mierda, pero quiero pensar que tendrán sus momentos.

Hablando de rolletes… en ese paseo, me he metido también por la playa. Un placer caminar por la orilla a eso de las ocho de la mañana, en soledad, con el ruido del mar y la tenue luz del día recién estrenado… todo así como muy new age. Bueno, el caso es que, en estas, he visto a una pareja en el agua, bañándose y haciéndose arrumacos y carantoñas. Oh, qué bien, qué bonito… estaría guay poder disfrutar de una intimidad así, pero, claro, con dos maravillosos apósitos (los de la foto) a nuestra vera constantemente, pues…

Esto me recuerda que Nicolás nos ha pedido irse a la habitación él solo en un momento determinado de la tarde, hacia última hora. Que aprovechaba para ir al baño y ya se quedaba viendo no sé qué en la tele. Hemos accedido, le ha acompañado Ana para abrirle la puerta y después se ha vuelto a la hamaca. Desde nuestra posición se ve la habitación y tal, pero no he podido evitar hacer un poco de humor negro mencionando a Maddie McCain. Creo que no me sale tan bien como lo hacía el de Mi Mesa Cojea.

Hablando de ver la tele… sí, claro, los chiquillos, sobre todo después de comer, en el momento siesta, actividad que ellos no realizan (bueno, Telmo sí se queda sobado), aprovechan para darle un buen tute al Clan, al Disney Chanel y al Boing. Lo que no permitimos es lo de los móviles o tablets mientras comemos o cenamos. Y lo digo porque esta costumbre está muy extendida en el comedor, entre muchas familias con hijos. Y no lo digo para ir de guay, no lo digo a modo de crítica (bueno, quizá un poco sí); cada padre y cada madre sabrá cómo gestionar determinados momentos. En cualquier caso, sí me ha llamado la atención y creo que por defecto profesional, como un padre llamaba la atención a su hija preadolescente para que dejase el móvil y comiese cuando él tenía su teléfono en la otra mano y no lo soltaba mientras comía. Ejemplar.

A la noche, ha habido un espectáculo de acrobacias, aderezado con la horrible música de un violín eléctrico. Sí, amigos, exactamente el mismo que el año pasado. Lo de la repetición. Huyendo del mencionado show, hemos echado una partida de billar (en la que he barrido a mi familia) y me he fijado en un par de detalles: en las relaciones de amistad para toda la vida que pueden surgir en la fila que se forma para pedir garimbas y cócteles; y en las parejas SIN niños. Sí, amigos, este detalle no es baladí. Son las menos, pero las hay. Esto tiene que ser un infierno para esos jóvenes novios que han acudido a este garito y que, de repente, se topan con un complejo orientado al turismo famliar, ¿no? Vale que saldrán por ahí, pero no sé, yo creo que, en su lugar, lo pasaría mal…

En fin, que para haber sido una jornada repetitiva y sin grandes novedades, ha caído una buena chapa. Hasta aquí la tercera jornada del Diario Vacacional (¿post?) Pandémico (este último atributo del diario, por cierto, ha tenido cierta relevancia hoy al enterarme que uno de mis compañeros de andanzas por el BBK Live el pasado fin de semana, es positivo. Seguimos librando y, aunque en este reducto estival el virus parece estar lejos, contagios como el de mi amigo nos recuerdan que no ha desaparecido)

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