Todos, más o menos, somos prisioneros de nuestros hábitos, miedos, ilusiones.
El sufrimiento debería inducirnos a abandonar el ego que cierra el camino de regreso a nuestra naturaleza divina.
Nosotros, seres humanos, estamos orgullosos del libre albedrío y ojo con quien cuestione esta libertad.
Pero por desgracia, no es así.
En realidad, somos esclavos de nuestras emociones que nos determinan, de los deseos que nos dominan y a menudo acaban en tragedia… ¡Bonita libertad!
La liberación no puede tener vínculos ni apegos.
De noche, cuando se sueña, nos parece todo real. Al despertar, descubrimos que no lo era.
Hace un par de semanas recité ese fragmento en el Cienfiebres Musicales número 37. Lo leí del libreto del doble CD Le nostre anime Anthology de Franco Battiato, grandes éxitos del artista siciliano que, como seguro ya sabéis, falleció ayer a los 76 años de edad.
Ayer no quise decir nada al respecto ni hacer ningún tipo de obituario en las redes sociales, comportamiento habitual en estos tiempos cuando muere algún personaje conocido, más que nada porque me sentía como una especie de intruso. Al fin y al cabo, el único disco que tengo del italiano es el recopilatorio mencionado, el cual, además, compré no hace mucho, hará cosa de dos o tres meses.
Quizá precisamente el hecho de acercarme a la obra de Battiato hace poco y de pinchar un tema de ese CD hace menos de dos semanas en mi podcast musical, sea el motivo que me ha empujado a, finalmente, escribir algo sobre su figura un día después de su adiós. Una reivindicación más a los siempre denostados advenedizos.
Porque yo soy un advenedizo al mundo Battiato. Poco puedo decir, pues, sobre esta especie de hombre renacentista, la verdad. Mi relación con esta figura creo que se vio afectada por la también ampliamente recordada en las últimas horas imitación de Martes y 13 en algún especial navideño de los 80. Por otra parte, cuando mi fiebre en torno a la música comenzó a dispararse en torno a mis quince años, no tuve la suficiente apertura de miras como para adentrarme en su música. Y amén de todo ello, creo que su personal universo me resultaba un tanto inaccesible y siempre me generaba cierto respeto.
Todo ello hasta que descubrí el fantástico podcast Psychobeat y un episodio dedicado a la figura de Francuzzo y, a partir de aquel momento, se me despertara una insospechada atracción hacia el mismo. Y fue en aquel momento cuando acudí a mi querido Javi para que me guiara entre la vasta obra del italiano y para que me recomendara un disco con el que adentrarme a sus canciones, siendo ese Le nostre anime el indicado.
Fue a Javi, precisamente, al primero que escribí ayer para expresar mis condolencias por la muerte de Franco Battiato. Y fue la unánime admiración que observé en una amplia parte de mi entorno virtual ante el deceso del artista cuando decidí callar y no decir nada. Y ha sido hoy cuando he decidido presentar mis respetos un poco desde fuera, mientras me acompañan historias de listos contrabandistas noctámbulos que agitan banderas blancas y espero el retorno de la era del jabalí blanco. Y ahora me conecto a Radio Tirana y le doy a guardar borrador.
¡VIVA LA JUVENTUD QUE AFORTUNADAMENTE PASA!