Vaya llorera me pegué el domingo viendo los telediarios. No tanto por las vacunas – que también – sino porque los viejillos y viejillas siempre me despiertan mucha ternura, me emocionan; incluso, desde un punto de vista negativo, me generan un sentimiento paternalista que, bueno, no sé, creo que no funcionaría si tuviese que desempeñarme profesionalmente con este colectivo de personas. O sí, no sé.
Bueno, como he dicho, la llegada de la vacuna Pfizer a España y al resto de Europa y a otros sitios (otro día hablamos de lo que tardará en llegar lugares más desfavorecidos, una injusticia más) también contribuyó a mi mar de lágrimas. Pocos minutos después de ver en directo cómo se administraban las dos primeras dosis, escribí esto:
Araceli y Monica. Dos nombres propios que, en cierta forma, simbolizan en España la luz al final del túnel. Eso quiero pensar. Y, personalmente, cuando se atisba esa esperanza, también os digo que a mí me da como bajona. No sé, es como que qué bien y, a la vez, qué triste.
Luego mi amigo Andoni me preguntó que por qué lo de la bajona y le vine a decir que, bueno, es como si cuando parece que todo empieza a pasar, que se empieza a tomar el camino a la normalidad (otro día hablamos de si realmente merece la pena la normalidad), cuando parece que lo peor ya ha pasado, pues como que la alerta emocional en la que he estado instalado durante semanas se relajase y ahora me permito embajonarme y tal, no sé…
La amiga y compañera de gremio María Jesús Escaso, en cierta forma, me avaló ese sentimiento refiriéndose al sesgo psicológico de habituación, al cual también hemos de acudir para mirarnos cuando nos instalamos en lo positivo, lo cual, por cierto, nos ha de poner en alerta para no relajarnos ahora en la parte buena de la llegada de la medicina y nos creamos intocables y echemos por tierra todos los esfuerzos científicos y de todas las personas en general.
Esa última frase que he escrito me ha resonado a las típicas declaraciones de virólogos o expertos dando recomendaciones preventivas sobre el Covid. Da para un sketch de Pantomima Full. Del mismo modo, admitiré que tras escribir ese fragmento de arriba encabezado con los nombres de Araceli y Mónica, horas después leí a políticos de toda ralea y a tertulianos prototípicos cayendo en las mismas expresiones: la luz al final del túnel, el principio del fin, etcétera. Qué típico soy.
Tenía que haberme estrujado un poco más el coco para hacer mención al hito de las vacunas desde un punto de vista más original. Haberlo unido con el pop, por ejemplo. Tenía que haber pinchado un tema de los Vaccines en el último Cienfiebres Musicales. Aunque he de confesar que en esto habría copiado a otra facemate, a Arantza Hierro, concretamente. Ella mencionó a la banda londinense, acordándose de una actuación que ofrecieron en el DCODE y recordando los buenos momentos, las grandes noches entre amigos viendo un concierto. Anhela la buena de Arantza el regreso a ese tipo de actos y cree que, bueno, el plan para volver a ellos ya ha empezado gracias a las vacunas (a The Vaccines, vacunas en inglés, por si alguien no lo había pillado).
Mucho más original que lo mío, que lo de Pedro Sánchez, que lo de Pablo Casado, donde va a parar. Pero bueno, que es igual. Que esta vez quiero creer que estos tópicos son ciertos y que han de cumplirse. Que empieza la cuenta atrás para que toda esta mierda pase.
En Barakaldo, a 29 de diciembre de 2020.
PD: quiero recordar, aprovechando la tesis de este post, a la comunidad científica que ha trabajado denodadamente para que las vacunas ya estén aquí. Un hito histórico (¡tomad otro tópico mediático de estos días!) que también se ha producido porque esta vez todos nos hemos visto afectados todos (este tema ya lo usé en otro episodio de LA FIEBRE) y, por tanto, gobiernos e instituciones varias han colaborado, han puesto pasta y han eliminado barreras burocráticas para que todo se acelere. Ojalá esto sirva para otros problemas globales o para problemas menos globales pero igual de dramáticos.
PD2: estoy pensando en reunir todos los escritos que he registrado y que registre en el futuro bajo el epígrafe LA FIEBRE y sacármelos en papel. Dejar constancia de esta mierda de año, de esta terrible experiencia. Le explicaba a Nicolás que está viviendo, estamos viviendo algo muy histórico. Quizá desde ahí. No sé. El cienfebrismo es ésto.
*Imagen vía mi colección de Paredes que Hablan.