LA FIEBRE. Somos Hostelería, pero, ¿somos responsables?

En las últimas semanas se ha hablado mucho de los bares, esos lugares de esparcimiento, de contacto social, esos abrevaderos emocionales tan importantes en la mayor parte de los aquí presentes, tan arraigados en nuestra cultura, en nuestra evolución, tan definitorios a veces de lo que somos.

Hace poco mi amigo Javier Ikaz se arrancó en el Facebook con una bonita iniciativa que bautizó como Somos Hostelería consistente en listar una serie de momentos biográficos o personales de disfrute acaecidos en bares o restaurantes. Al poco, unos cuantos seguimos el juego. Estoy seguro que a casi ninguno nos costó en exceso rebuscar en nuestra memoria esas escenas vinculadas a garitos y seguro que la mayoría aún nos dejamos un montón de ellos. Por mi parte también, si me permitís el spam, el pasado 20 de agosto hice un ejercicio de memorabilia tabernaria para rescatar algunos de los bares de Barakaldo que más me marcaron. Lo hice en Cienfiebres Musicales, mi podcast musical. Podéis escucharlo en este enlace: https://go.ivoox.com/rf/55466124.

Toda esta influencia en nuestro entorno hemos de entenderla o analizarla para bien y para mal. Escuché o leí un dato que me parece una boutade: sólo el distrito de Casco Viejo de Bilbao tiene más bares que todo Berlín. O algo así. Dudo que sea cierto. En una breve búsqueda en internet no lo he podido comprobar. No creo que sea cierto pero sí estoy seguro que el peso del concepto bar, tal y como lo conocemos aquí, es infinitamente mayor que el de Alemania. Y que cultural o socialmente tiene más importancia. Y que, en consecuencia, si económicamente se tambalea este sector, tiene mucho más impacto que en Alemania.

Esto, desgraciadamente, lo estamos comprobando a consecuencia de LA FIEBRE (así etiqueto los diferentes artículos que estoy escribiendo sobre la dichosa pandemia este 2020). Las restricciones que se han ido imponiendo a estos establecimientos y, en general, a toda la hostelería está poniendo en serio riesgo la subsistencia de un importante número de estos negocios y, por tanto, de un montón de familias. Cabe pensar que en Alemania, con unas medidas parecidas, el impacto no será tan grande.

Y es dramático para taberneras, camareros, sumilleres, cocineras, repartidores, para los kioskos que surten de periódicos a los bares, para las pescaderías que nutren a los restaurantes, para arrendatarios, para fabricantes de servilletas de papel y para la vida de los barrios en general.

Hablando de barrios, el viernes previo a que se cerrase toda la hostelería en Euskadi, acudí, como casi todas las tardes antes de recoger a los críos del cole, a tomarme un café al bar al que acostumbro hacerlo. Obviamente, la conversación con el tabernero era obvia habida cuenta de que iba a tener que chapar su local durante, como mínimo, un mes. La actitud de Luis – así se llama él – fue de cierta resignación y de asumir que no queda otra. También expresó su enfado, sin grandes aspavientos, ya que entiende que su gremio se ha convertido, en cierta forma, en el chivo expiatorio de la situación.

Consideraba, de hecho, que buena parte de la responsabilidad de que los bares tengan que cerrar no es culpa de ellos y nos señalaba a nosotros, los clientes como principales causantes de esta fatal consecuencia para estos negocios. Venía a ejemplificar el bueno de Luis la situación recordando lo que fue el sábado de Halloween, cuando llegó a enfadarse con algunos usuarios y estuvo a punto de cerrar el garito al comprobar que, pese a que él ponía todas las medidas de seguridad e higiene marcadas por las autoridades, la gente, en pleno bebercio, pasaba de todo, se juntaban más que el número permitido, poteaba sin guardar distancias, etcétera. Para más inri, auguraba que ese mismo viernes, el del 6, ante la perspectiva de cierre, la gente saldría a quemar todas las naves, con una loable pretensión de ayudar a estos negocios, pero, al mismo tiempo, contribuyendo a que esas aglomeraciones puedan llegar a perjudicar a futuro a esos mismos bares.

Y esta reflexión de mi tabernero de cabecera me empujó a llevar al Derby* la cuestión en torno a los bares y la responsabilidad (individual, política, comunitaria…). Así, hago un planteamiento en el que el Estado, el gobierno de turno marca unas medidas. Estas, obviamente, se pueden medir y valorar y opinar y ver si son efectivas o no y ahí radica su responsabilidad; asimismo, nosotras y nosotros, la ciudadanía tenemos todo el derecho del mundo a exigir esa responsabilidad y todo el derecho a que el Estado o la administración correspondiente nos escuche esas exigencias.

Pero luego está la parte que nos compete de pasarnos por el forro esas medidas que requieren impepinablemente de nuestra colaboración. Y, ante esa actitud de no colaboración, el Estado o quien sea tenga que venir a tratarnos como a niños y a obligarnos (castigarnos) porque no somos capaces de cumplir con nuestra parte. Ahí, entiendo yo, radica también buena parte de nuestra responsabilidad.

Y derivado de ello, los hosteleros pagan el pato. Pero, claro, no podemos olvidar que los hosteleros son como los demás: unos no respetan y otros sí. Y ya se sabe, justos por pecadores y tal.

Pero, ¿existe una desconexión entre la ciudadanía y las medidas políticas?, ¿es en ese preciso instante, cuando se da el desapego entre clase política y ciudadanía, cuando sale a la luz la incompetencia, los intereses sesgados, las visiones miopes de los políticos?. En este sentido, ¿cabe decir que la ciudadanía no tiene la culpa?, ¿que la ciudadanía es?

Pero entonces se supone que se ponen leyes para que el egoísmo de algunos no ponga en peligro la sociedad, entendiendo por egoísmo desde no ponerse la mascarilla hasta matar a otro para quitarle el coche. Y para hacer cumplir las leyes se usa la fuerza, explícita o implícita. Está claro que va a haber gente que se intente saltar las leyes (y más encima si cree que son injustas o innecesarias) y, por tanto, para ello, ¿necesitamos que se ponga más policía?, ¿con más policía se habría evitado el cierre de los bares?, ¿con más concienciación?, ¿con más educación?, ¿con más política?

No tengo claras las respuestas. Creo que, como interpreté a Luis, somos hostelería pero por querer serlo tanto, podemos haber contribuido a que se cierre. Siendo irresponsables a nivel político, comunitario, individual. Y todo esto sin entrar a analizar otros aspectos (supongo que necesarios para componerse una imagen más global sobre este asunto) como el grado de contagios por coronavirus en los bares y demás.

Es un tema complicado. Comparto estas diatribas y espero las aportaciones de todos aquellos que leáis esto para seguir contribuyendo a este interesante debate en torno a la responsabilidad.

*Derby: club ultrasecreto de debate político-sociocultural formado por top models.

*La imagen que acompaña esta entrada corresponde a mi colección de Paredes que Hablan. Ésta la escuchó Asier Gallastegi en Getxo, Bizkaia.

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