LA FIEBRE. Chistes para morirse.

Algunas voces manifiestan que pocos ataúdes se mostraron en la primera oleada del Coronavirus y que por eso ahora estamos como estamos. Que se tenía que haber enseñado más muerte. Que nos tenían que haber asustado más. ¿Nadie va a pensar en los hipocondríacos?, ¿nadie va a pensar en mí?. Yo lo soy, os lo dije. Os lo dije. Me recuerda al chiste ese: ¿Qué pone en el epitafio de un hipocondríaco? «Os lo dije». La muerte es la culminación o gran temor por el que un hipocondríaco lo es. Es muy bueno ese chiste. Os lo digo.

Siempre que pienso en chistes me acuerdo de mi amigo Diego, el de Arnedo. Él siempre hablaba de chistes para ir de pedo, o sea, breves y sin gran elaboración pero ideales para tomar unos tragos. Mi favorito de él es el de ese diálogo entre dos amigos en el que uno le dice al otro que tendrán a su madre en un pedestal por haber tenido once hijos y el otro dice «claro, porque si no baja y se la folla mi padre». Ya lo sé, es muy malo, pero a mí me hace mucha gracia. Y habla de fecundar y dar vida frente a los que hablan de enseñar ataúdes. Esto es más gracioso.

Mi amigo Diego, por cierto, también es un poco de los míos. O sea, un tanto bastante hipocondríaco. O lo ha sido. Nos sorprendió en plena pandemia diciéndonos que él lleva bastante bien esta situación porque nos afecta a todo el mundo. Que a él lo que le angustia es cuando la enfermedad o lo que sea que culmina en el FIN le afecta a él solo. A él lo que le gusta es el FIN que pone en sus cortos.

Yo, ahora que lo pienso, no debería estar escribiendo esto sobre la muerte. Quiero decir que tendría que estar siguiendo la dinámica que también os conté de no mencionar lo que me asusta para que no emerja y así no me asuste. Sí, hombre, lo que le pasa a mi hijo con el Ratoncito Pérez. Que dicho así parece un chiste, pero no. Os lo dije.

Os diré también que este verano estrené una libreta en la que he ido recogiendo ideas que me vienen a la cabeza para luego traerlas aquí o a otros espacios y me ha sorprendido, leyéndola, que un buen número de las notas tienen relación, más o menos directa, con el óbito. He anotado cosas sobre suicidios, esquelas, obituarios, duelo, he recogido el recuerdo de una anécdota del día que falleció mi madre e incluso he pensado en que mis hijos no recordarán a su padre cogiéndoles cangrejos en las rocas de la playa, me ha fascinado la historia esa del Bals à Victimes

En fin, lo mejor de todo es que lo he ido anotando de forma, cómo diría, natural, sin caer en que estaba escribiendo sobre la muerte, esa que tanto nos asusta, aunque, según algunos, parece que poco. La puñeta, pienso ahora, es que, según avanzan los casos por el puto COVID y demás, uno vuelve a reparar en ella y se vuelve a asustar. Quizá por ello esté, en definitiva, aquí y ahora, compartiendo estas cuitas. Dándome cuenta, además, que me faltan chistes. Chistes para morirse o sobre morirse. ¿Sabéis más?

Barakaldo, 23 de septiembre de 2020.

*Imagen: no es un chiste sobre la muerte. Ni siquiera es un chiste. Pero a mí esa pintada de mi colección de Paredes que Hablan me hace mucha gracia.

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