Ando leyendo los Diarios de Iñaki Uriarte, en la edición completa que sacó el año pasado Pepitas, y en una de sus entradas viene a decir que, a menudo, se producen conexiones entre lo que percibes y piensas en un momento determinado con algún fragmento que te topas en un libro que te puedas estar leyendo entonces. Dice que «lo explicarán las leyes de la estadística, pero da la impresión de que se ha producido un efecto telepático que otorga a la lectura un aura casi mágica». Así, Uriarte abunda en que «si se trata de ideas, es todavía más grave. Estoy seguro de no haber pensado ni dicho nada en mi vida que no pudiera encontrar en un libro al cabo de unas pocas horas».
No vengo aquí a reafirmar o a contradecir esta percepción del mencionado autor, aunque, curiosamente puedo reforzarla ante el hallazgo de otros fragmentos de estos diarios que conectan directamente con lo que es, en mi opinión, ser un Cienfiebres. Es decir, aquí la conexión no es con anécdotas, imágenes o ideas. Creo que hay un vínculo con una forma de ser y de comportarse. Creo que Iñaki Uriarte es un Cienfiebres.
Por ejemplo, esta entrada de su diario que, directamente, podría pegar yo en la cabecera de esta bitácora para explicar qué es un cienfebrista, cómo somos los cienfebristas:
¿Más? Pues justo seguido al texto anterior, me encuentro con esta vehemente declaración de Uriarte contra unos, en general, respetados valores con los que, personalmente y más aún de unos años a esta parte, cada vez comulgo menos. O sea, que fue conectar con lo anterior y que una nueva sensación electrizante me sacudiera tras leer esto:
Una última prueba para demostrar que el señor Uriarte es cienfebrista o que yo quiero que lo sea; quizá lo quiera, añado, porque envidio su capacidad de escribir o su capacidad de jactarse de vivir de las rentas de una forma tan elegante a la par que sencilla. Eso sí, en este último caso y volviendo a su fragmento, me veo en la primera frase; en el siguiente párrafo creo que me veré reflejado en pocos años.
Iñaki Uriarte no ha sido el primer Cienfebrista Ilustrado. El primero fue Hans Castorp, el protagonista de ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann, como ya os conté aquí, aunque entonces no le añadiese ese epíteto. Iñaki Uriarte es el primer Cienfebrista Ilustrado de No Ficción, pese a que hay quienes llegan a dudar de esto, como dice Jordi Gracia en el fragmento de su reseña de los Diarios que aparece en la contraportada de mi edición («Acierta tantas veces y tan a menudo que se siente la tentación de creer que es un personaje de ficción«).
Yo secundo. El otro día le decía a Joel López Astorkiza, el creador de esa especie de audioblog que es Sin Estudios, que Uriarte sería el típico tuitero que se hincharía a favs y RT’s gracias a sus afiladas sentencias, tan apropiadas para esa red social. Es el clásico al que después de leer te dices «¡Qué cabrón!».
Pues ese cabrón es un Cienfebrista. Él mismo me lo está demostrando en sus Diarios. Un Cienfebrista Ilustrado. Si en el futuro encuentro otros así, con los que se produce este chispazo, descuidad: aquí los traeré. Como buen cienfebrista.
* Foto de Pedro Urresti, para el Diario Vasco, donde la encontré.