Que cómo se va a salir de ésta, se preguntan muchos. Es una de las grandes cuestiones planteadas en estos días de FIEBRE. La incertidumbre ante lo que nos deparará el futuro próximo invita a elucubrar. Están quienes ven una perspectiva positiva derivada de la pandemia: que nos va a cambiar, que nos va a hacer mejores personas, que no vamos a ser tan individualistas, que la ciencia será más reconocida y se invertirá más en ella, que nos va a refocalizar en otros objetivos, que vamos a contemplar la vida de una forma más pausada, que vamos a ser más solidarios y que incluso habrá un impacto medioambiental positivo que nos hará valorar de otra manera nuestro entorno.
Luego está el sector agorero: que el impacto socioeconómico va a ser brutal, que va haber un mayor control sobre nuestras vidas, que se van a reducir nuestras libertades, que vamos a ser más individualistas, que van a ascender las opciones más populistas y radicales en política, que habrá recortes en ciencia y sanidad, que para levantarlo todo tendremos que autoexplotarnos más y seguir explotando los recursos naturales. Etcétera.
Yo no sé qué decir. Aunque me considero una persona de carácter optimista, creo que si tuviese que jugarme unos cuartos por una de las dos opciones elegiría el equipo agorer. Primero porque parece evidente que va a haber una crisis muy importante a nivel socioeconómico, la cual, como siempre, afectará a las clases más desfavorecidas. Y a tenor de lo visto tras la crisis económica de 2008, las soluciones no parece que vayan a suponer ningún cambio de paradigma: no va a haber una refundación del capitalismo al estilo Sarkozy, ni creo que ahora mismo haya una alternativa al mismo (como decía un tal Fredric Jameson, hoy parece “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”)
Aparte de ello, esta situación me evoca al fútbol. Pienso en como una mala racha se olvida por parte de los aficionados cuando el equipo encadena unos cuantos resultados buenos y ya la cosa empieza a verse de otra manera. Creo que ahora puede pasar lo mismo. La pandemia pasará, no habrá un macabro y dramático conteo diario de muertos, el coronavirus desaparecerá de las portadas y a otra cosa, mariposa. No cambios, todo igual. No future.
O no. No lo sé. Elucubraciones, en cualquier caso. No sé hacia dónde iremos. Ojalá hacia algo de lo expuesto en el primer grupo. Pero ya hay cosas ahora que me hacen tener una actitud pesimista. El hallazgo de la siguiente foto ayer es una de ellas:
La instantánea la encontré en Twitter. La compartía un tal Toni García Ramón (@tgarciaramon). La foto nos muestra a un grupo de escolares franceses (donde ayer se reabrieron muchos centros) jugando en un patio, manteniendo la distancia de seguridad. Algunos pueden recibirla de forma bonita, supongo, pero a mí me noqueó. Y lo hizo porque me conectó con un paseo de hace escasos días con mis hijos.
En dicha salida, nos encontramos con algunos amiguillos de mi primogénito. La reacción de los críos al verse, obviamente, fue la de la algarabía, el juego, el contacto. Y ahí me vi yo, pidiéndole que, por favor, mantuviese la distancia, que no se tocasen, que no jugasen, que se hablasen desde lejos. ¡Qué triste!
Es el gran cambio, para mí. Un cambio por el que no hay que apostar ya que, de momento, está pasando. Quiero pensar que también acabará y que los críos podrán volver a jugar con normalidad, podrán tocarse, pero me asusta. Me asusta por ellos. Temo que algo de esto vaya a quedar. Me da miedo que esto sea una especie de ensayo para una nueva sociedad sin contacto. Ahí sí que no veo futuro, como cantaban los Sex Pistols. Ahí lo veo negro. A lo mejor yo también cambio o ya lo he hecho. A lo peor ya no soy tan optimista. No lo sé.
Barakaldo, 13 de mayo de 2020.
PD: la foto que encabeza este artículo la he tomado prestada del muro de Facebook de mi amigo Javier. Creo que es muy simbólica y representativa con el contenido de lo expuesto.