Ha habido últimamente motivos para escribir sobre el club del pueblo. Y los hay. Pero no lo he hecho. Pero lo voy a hacer ahora. En dos planos: el deportivo y el institucional o social. Veamos.
En el primero de ellos, argumento manido en lo que va de temporada y que ya comenté en mi Cosecha de 2018: quién nos iba a decir en agosto del pasado año que el Barakaldo, este Barakaldo de la 18-19 iba a estar ahí, peleando por meterse entre los cuatro primeros. Y es que las sensaciones que quedaban entre la masa social gualdinegra cuando se confeccionó la plantilla no eran muy positivas. Quizá pecamos de agoreros, claro, como solemos hacer siempre. Es decir, el equipo era entonces una incógnita, pero lo era para bien o para mal. Y siempre pensamos mal. Pero resulta que ha salido cara. Resulta que ahí están, peleando por el playoff cuando nadie creía al principio en ello. Y, además, llevan en esos puestos nobles desde la jornada 1. Es decir, toda la temporada.
Pero, a pesar de ello, algo falla, algo no cuadra. Aunque el equipo lleva las 30 jornadas entre los cuatro primeros, no se acaba de despertar el entusiasmo entre los socios y socias, no digamos ya entre el pueblo. Y sorprende porque, como decíamos, se están superando, en general, las expectativas clasificatorias. Pero algo no encaja: será la irregularidad del equipo, que el juego no es excesivamente atractivo, será el hecho de que el grupo II, en general, a excepción del Racing de Santander, se está mostrando como muy flojito, será que el ambiente que rodea al club sigue enrarecido y el cuerpo técnico no cuenta, desde el principio, con el apoyo generalizado de la masa social. No se acaba de producir la conexión con la grada y no parece que acabemos de creernos que nos podamos meter en la promoción de ascenso, aunque tengamos un colchón de 7 puntos respecto al quinto clasificado a falta de ocho jornadas.
No nos podemos o no nos permitimos ilusionarnos. Incluso hace una semana, cuando me preguntaba y preguntaba a los tertulianos gualdinegros de las redes sociales si nos podíamos emocionar ya con el playoff tras la victoria en Langreo, con 8 puntos de ventaja sobre el quinto, eran muchas las voces que seguían diciendo eso de This is Baraka y que el equipo no juega a nada, etcétera. Curioso. Barakaldo Club Esquizofrénico. Toda la campaña ahí, con el presupuesto 53 de 80, con una plantilla plagada de cedidos, con la impresión de que la plantilla se ha cosido con retales y, aún con todo, negatividad por bandera. Es nuestro carácter, nuestra idiosincrasia. Maldita sea. Y todo admitiendo, claro, que con partidos como el del pasado domingo frente al filial del Sporting, pocas ganas quedan de creer en nada.
Pero, ¿no podemos reivindicar otra vez el Keep the faith?, ¿no podemos querer creer? Yo creo que se puede. Creo que, a pesar de que muchos siguen pensando que el Barakaldo, por historia, tiene que estar ahí siempre, clasificarse este año al playoff sería un premio inesperado por todo lo comentado. Y como me decía uno de los contertulios en redes, ojito, que el estilo de este equipo este año en unas eliminatorias de ascenso puede ser ideal para lograr la ansiada machada de regresar a la división de plata. Pero quedan 8 partidos que no van a ser nada fáciles. Veremos. Volveremos por aquí a hacer la evaluación.
Y el otro gran trending topic en los mentideros gualdinegros es, sin duda ninguna, el institucional, más concretamente, la más que posible transformación de nuestro club en Sociedad Anónima Deportiva. Ya era sabido, incluso antes de su confirmación oficial, que la actual directiva, presidida por Orlando Sáinz, tras una convulsa legislatura, dinamitada por la salida de David Movilla, no se presentaría a una posible reelección. Lo que quizá no era tan esperado, al menos por mi parte, es que, en ese contexto, apareciese la alternativa de que un grupo de empresarios (sic) se plantease hacerse con el club a base de pasta para transformarlo en una empresa.
Los argumentos de ese, digamos, grupo empresarial, con Jesus Mari Isusi a la cabeza, son la necesidad de músculo financiero para acometer el tal ansiado objetivo del ascenso y el estar preparados institucionalmente si se consigue el hito ya que, de acceder al fútbol profesional, ser SAD es requisito indispensable. Supongo que habrá alguno más pero yo, en estos momentos, me acuerdo de estos dos. Y no sé, a mí este salto o este paso, me genera muchas dudas. No creo que el hecho de que se meta pasta al club vaya a garantizar nada. Sé que a más dinero será más fácil hacerse con jugadores más contrastados pero, insisto, no garantiza nada. Esto es un deporte caprichoso y como bien sabemos por aquí, si a la pelota no le da por entrar, da igual el número de ceros que acompañen tu presupuesto. Y respecto a lo de tener que convertirse en empresa si se sube a 2ª, pues bueno, ya se miraría, ¿no?, pero, a día de hoy, como hemos comentado más arriba, dicho objetivo parece un tanto utópico.
Admitiré que me puede también un sentimiento romántico que provoca que me duela el hecho de que el club pase a pertenecer al que más pasta ponga, que ya no sea eso, un club de los socios. Aún así, habrá que escuchar qué dicen sus impulsores ya que, en algunas intervenciones en los medios, hacen referencia al Eibar como modelo de SAD a seguir y, personalmente, a priori, eso no me suena mal. Veremos cómo concretan ese modelo. Por otra parte, a mí, más que el contar con pasta para fichar, me preocupa qué pueden hacer para reactivar a un pueblo y qué pueden hacer para llevar a gente nueva a Lasesarre. En mi opinión, la gran amenaza que se cierne sobre el centenario club gualdinegro es que cuesta ver un relevo generacional en las tribunas y sin masa social que apoye poca viabilidad puede haber. Y sí, entiendo que si se producen éxitos deportivos, éstos servirán de supuesto acicate que acerque más gente al campo, que aumente la masa social, en definitiva. Pero lo dicho: nada garantiza éxitos deportivos. Ni siquiera el dinero. Por ello, en ese sentido, me asalta la duda de qué puede obtener un grupo de empresarios en un proyecto así y, en consecuencia, qué decisiones pueden tomar si vienen mal dadas, si no se consiguen logros deportivos ni económicos. Otra vez el sentimiento agorero. La maldita idiosincrasia.
Sea como fuere, parece claro que, con el actual contexto, tiene toda la pinta que la conversión en SAD se culminará, habida cuenta de que no hay más alternativas y habida cuenta de que me parece percibir que muchos de los que, como yo, tienen o tenían dudas al respecto, empiezan a asumir que el paso es inevitable y que es el sino de los nuevos tiempos. Que es lo que hay y que si la institución quiere sobrevivir ha de entrar en esta rueda del fútbol negocio-empresa. Me apena, como decía, vislumbrar ese futuro pero, a pesar de ello, supongo que estaremos ahí. Y, como en el plano deportivo, ya habrá tiempo de volver por este foro a exponer, negro sobre blanco, las impresiones que me surjan una vez podamos valorar resultados del nuevo escenario.
*La foto pertenece a un lance del último encuentro del Barakaldo en Lasesarre. Su autor es Yeray Arenas para la web del club.