El tiempo es oro. La vida es tiempo. Huye de este estercolero llamado vida. La vida es tiempo y el tiempo es oro. La vida es tiempo y el tiempo se mide en días, horas, minutos, segundos… Siempre segundos. Siempre plata. Oro y plata. El vil metal. El tiempo es vil. La plata es metal. La plata se fuma. El tiempo se esfuma. Como arena entre los dedos. Como una frase manida a más no poder escogida de algún fragmento de alguna canción absurda. La vida es absurda. Absurda y manida.
Huye de este estercolero que estás leyendo. Es falso. Como mucho oro. Como mucha plata. Fake. El tiempo es falso. La vida también. La vida es vil. La vida es vid. Vida y vid. La vid engarzada a la tierra. La tierra es vida y soporta el paso del tiempo. Más que nada y más que nadie. Huye. Aún estás a tiempo.
Insisto: huye. Esto sale por pereza. Porque no hay tiempo. O porque, aunque lo haya, no se sabe aprovechar. Si hay tiempo, entonces, hay vida. No se sabe aprovechar. No sabes aprovechar el fruto de la vid. No sabes beber. Ni fumar. En plata o en papel. Bébete la vida. Nadie te dice que te la fumes. Bébete la vida suena a eslogan publicitario. Bébete la vida suena a como arena entre los dedos. Es basura.
Huye. No pierdas más el tiempo. No pierdas más vida. Es falso. Todo esto suena nihilista pero no lo es. Es pereza y compromiso. Tócatelos. Compromiso, dice. En realidad, lo es. Es nihilismo para cumplir el expediente. Es un tono oscuro que no se sabe usar. Que no se sabe aprovechar. Como el vino. Como el fruto de la vid. El de la tierra.
Huye de este estercolero. Pero, espera. Ha salido así, tal cual. Ojo ahí. Fruto de la pereza y el compromiso (tócate los cojones). Dejándose llevar. Detrás de una frase, otra. Sin apenas pensar. Pensarlo. Sin pensarlo. Viviéndolo. Atemperándolo. Ojo ahí. Ha salido así. Y aunque todo lo dicho suene falso, esto último no lo es. Ha sido así, por pereza y compromiso. Da para analizarlo. Que salga esto así, espontáneamente. Ojo ahí.
Y ahora sí. Huye. Vete. Pero no vuelvas a llamarlo estercolero.
* Imagen vía mis Paredes que Hablan