Asesinar por amor al arte. Al arte de matar, concretamente. Quitar la vida a alguien sin motivos, sin justificaciones, sin causas, sin razones o excusas. Hacerlo como performance estética, como conexión antropológica a una actividad inherente al ser humano. Matar para crear. Matar para ser.
Sobre esa tesis gira el magnífico (pero magnífico de verdad) «Yo, asesino» de Antonio Altarriba y Keko. Historietista y dibujante respectivamente que se complementan a la perfección con una historia realmente buena y unos dibujos perfectos para la misma.
Si en el mundo del cómic o de la novela gráfica españoles, siempre me sobreviene el nombre de Paco Roca como referente, imposible ya obviar a Antonio Altarriba. Su obra anterior, «El Arte de Volar», se convirtió en el mejor título del género que he leído hasta el momento. Y ahora, con este «Yo, asesino», vuelve a hacerme disfrutar de lo lindo a través de una temática radicalmente distinta a su predecesor.
Haceos, pues, con esta obra, «Yo, asesino», pero, ya, si eso, no sigáis al pie de la letra las magistrales clases de arte que nos transmite su protagonista, Enrique Rodríguez, ¿vale?
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