Yo los sábados solía escribir posts en el blog de Narradores. Hoy me ha apetecido recordar aquel hábito rescatando, precisamente, un articulillo que escribí el 12 de septiembre de 2009, que no sé si era sábado pero lo mismo da.
A lo mejor en esta nueva era que vivimos en la que todo (música, cine, libros…) se transforma en ceros y unos, es decir, se digitaliza, no es muy difícil extraviar alguno de estos productos en el proceso de prestar alguno de ellos a algún amigo o conocido. Al fin y al cabo todo se almacena en discos duros, pendrives y ni siquiera se presta el ejemplar original si no una copia que se almacena en uno de los dispositivos mencionados.
Sin embargo, no hace mucho tiempo, allá por el siglo XX, esta costumbre era bastante común entre los seres humanos. Prestar libros o discos estaba a la orden del día. Desgraciadamente, asociada a esta práctica, algo también muy habitual era el no volver a saber de ninguna de las obras prestadas, así como pasar el mal trago de tener que recordar a la persona que recibía el libro o el disco en cuestión que seguía en posesión de ellos, a lo que esta persona o bien no lo recordaba o bien te prometía su devolución en breve, para, finalmente, y como final infeliz, no volver a saber nada de ellos.
Hoy, con todo, voy a hacer un esfuerzo de recordar algunos de los ejemplares que en su momento dejé y de los que no he vuelto a saber. De esta manera, quién sabe, puede que el posterior poseedor de los mismos se acuerde y se digne a devolvérmelos (me consta que alguno de ellos es lector de esta revista)
Por ejemplo, recuerdo un libro de divulgación científica titulado, valga la redundancia, ‘La Revolución Científica’, que era la mar de interesante, con apuntes de Ptolomeo, Copérnico y otros sabios de la antigüedad, plagado de didácticos esquemas y dibujos que explicaban un montón de cosas y funcionamientos que nos rodean. Así, un compañero de instituto, entusiasmado ante lo que veían sus ojos, me pidió encarecidamente que se lo dejara para echarle un vistazo más concienzudo. Y a fe que fue concienzudo. Catorce años después el libro aún no ha regresado a mis manos. De tan exhaustivo estudio, imagino a mi ex-compañero a la derecha de Punset.
‘Glamourama‘ de Brett Easton-Ellis. Mi libro favorito del escritor estadounidense. Modelos asesinos, nombres reales del estrellato cinematográfico y musical mundial y mucho confetti. Un libro altamente recomendable. Tanto como para repetir su lectura. Desgraciadamente, esto yo no le he podido hacer. Más que nada porque una amiga super artie e interesada en la obra de Ellis tras leer ‘American Psycho’ (su obra más conocida), me ruega que se lo preste y que enseguida me lo devuelve. ¡¡Craso error!! La muchacha deja la vida de provincias y se desplaza a vivir a la capital, a Madrid, llevando con ella este ‘Glamourama’, el cual, para más inri, no logro encontrar en ninguna librería.
Por último, para ser justos y honestos, invirtamos ahora los papeles. Pongan sobre mis ojos una franja negra y tomen el siguiente fragmento de texto como una confesión en toda regla: Padre, he pecado. Yo también tengo en mi estantería una preciosa edición de ‘El Retrato de Dorian Gray’ que me prestó mi sobrina (encima yo lo he hecho con alguien de mi familia) hace ya unos cuantos añitos. Escribiendo ésto, debería coger este ejemplar de la universal obra de Oscar Wilde, meterlo en un paquete y enviárselo a mi pariente a su domicilio actual. Pero… creo que voy a esperar un poco más… ¡Es que es tan bonito!
En fin, que supongo que ustedes, queridos amigos y amigas de narrador.es, también contarán en su haber con infinidad de libros prestados que no han recuperado y también con otros que, a buen seguro, recibieron con gentileza y temporalidad finita y que, de la misma forma, siguen acumulando polvo en sus estanterías. ¿Nos cuentan todo ello?
PD: las imágenes que acompañan este post se corresponden con los libros desaparecidos de mi biblioteca a día de hoy, 18 de abril de 2015, y que están en posesión de amigos a los que, de forma discreta, igual les hago llegar un enlace a esta entrada.