Una biografía a partir de las visitas a la peluquería durante toda una vida.
Un amor a la mujer del vecino en una sociedad pulcra. La capacidad de reconocerlo en las postrimerías de la vida y la incapacidad de decirlo, de decírselo, aunque ella también lo haya esperado siempre.
Una relación entre dos mujeres octogenarias que no se tienen especial aprecio. En la que cada una sabe cosas de la otra que harían mucho daño. Una relación en la que se necesitan mutuamente.
Un viaje en tren para ir a la capital a una cena de veteranos. Un viaje en tren para cumplir con rutinas anuales. Un viaje en tren para amar a la amante. El último. La amante ya no está. Un viaje de vuelta para volver a disfrutar de las rutinas con su mujer.
Llevo leídos cuatro relatos de ‘La mesa limón’. Y con estos cuatro me basta para encumbrar a mi podio de escritores anglosajones a Julian Barnes. El cienfebrismo es esto, amigos. Gracias por descubrírmelo, Miguel, aunque yo lo comprase esperando una lectura que amortiguase el impacto de la senectud. Es más que todo esto. Es disfrute total. Del que remueve y retuerce y gusta. Gracias.
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