Generación Rekmer IV: El Amor.

Cuesta, eso sí. No es lo mismo ver una película siendo de la Generación que no siéndolo. Algún peaje hay que pagar. Cansa. Pica, pero sarna con gusto, no. Ya no se disfruta de la misma forma. Hay que prestar atención a detalles ínfimos, insignificantes, hay que predecir, examinar e ir más allá. Hay que conocer el contexto, la filmografía anterior del director y demás. Ya no es mero ocio, ver un filme ya no es simple pasatiempo: ahora es una actividad inherente a la Generación. Pero sarna con gusto, no.

Cuesta, eso sí. Las consortes, de nuevo, son los eufemísticos daños colaterales que inventara un cowboy que llegó a ser emperador. Y, como tales, tienen todo el derecho del mundo a no portar esa vitola. Tienen el derecho a disfrutar, a que para ellas sea un simple pasatiempo, sea mero ocio.

Pero, eso sí, este rol victimista a veces les conviene. Los rekmerianos afirman que, en determinados momentos, sus parejas obtienen un beneficio de la Generación. Veamos un caso práctico para explicarlo.

Imaginen una cena con amigos. Las primeras damas de la Generación se sentirán orgullosas cuando concedan el privilegio de que sean sus miembros quienes, por ejemplo, elijan la música que amenice la velada. Un suave disco de jazz, un aterciopelado recopilatorio de bossanova o un sofisticado trabajo de lounge alejado, por supuesto, de los parámetros propios que visten músicalmente un ascensor, una consulta de dentista o un Zara. La mujer rekmeriana, con todo, se jactará SIEMPRE de que el sonido seleccionado encaje perfectamente con el contexto que ella ha construído y atribuirá, además, el éxito al hecho de que su esposo es miembro de la Generación.

Por tanto, en esta especie de aproximación antropológica y social a las estructuras que definen el movimiento Rekmer, las mujeres han de pagar, como sus impulsores, ese peaje que, a su vez, genera las mencionadas satisfacciones; han de tragar, por tanto, con cine iraní o rumano, han de soportar que en el coche (más adelante se dedicará un capítulo al ámbito del transporte) se pongan discos de The Incredible String Band o aguantar una soberana perorata acerca del último número de una ignota revista literaria.

Todos y todas a una. Sin ellas, recordemos, todo esto no tendría sentido. Y valga esta máxima para anticipar que el amor también es esencial para el advenimiento de la Generación. Es otro combustible que hace funcionar los engranajes de la misma. El amor.

** En capítulos anteriores de Generación Rekmer…

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