Ryszard Kapuscinsky pasea por Argel. Escribe ésto en su extraordinaria obra ‘Viajes con Heródoto’. Me veo reflejado. Veo reflejado mi mundo. La escena describe a la perfección los choques culturales, los mundos contrapuestos. Y como el reportero polaco me pregunto si no se puede hacer nada ante esas sensaciones desde hace siglos.
Sé que muchos responderán que viajar. No sé. Si alguien viajó fue precisamente Kapuscinsiki. India, China y un buen número de países subsaharianos. Y, sin embargo, el célebre periodista sentía cómo los ojos que se le clavaban en la kasbah lo hacían de forma diferente a los que le miraban desde un barrio francés.
Me ha encantado este fragmento aunque, al mismo tiempo, me desasosiega. Me cuesta encontrar una respuesta a los interrogantes que en él se plantean. Dudas grandilocuentes y difícilmente asumibles por mi persona. Es decir, que no he de cargarme con dicha responsabilidad. Sólo faltaba.
Supongo que siempre nos quedará leer. Tratar de entender(nos). Hablar(nos). Comunicar(nos). Y aún con todo, dudo que, ante lo desconocido, ante lo diferente y ante lo otro vayan a desaparecer este tipo de sentimientos.
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